Próximo a una de las arterias principales de la ciudad capital, por donde se organizan manifestaciones y desfiles, y las torres de comercios o condominios se levantan, desafiando la marea urbanística, un diminuto local comercial llama nuestra atención: Zapatería Panamá.
Aparece como un oasis rodeado por un desierto de unos mil metros cuadrados, donde las construcciones centenarias originales fueron desalojadas y demolidas.
Está ubicado entre avenida primera y calle 28, y es como un imán para las miradas de los transeúntes, quienes no pueden evitar el encanto de ese particular contraste urbano.
Hablamos de un pequeño pero vistoso local de apenas dos metros cuadrados, lleno de artículos de cuero que surgen de las hábiles manos de un artesano, quien defiende el legado familiar que se asentó ahí hace unos 50 años, en un San José distinto.
Su dueño, don Carlos Aguilera, persevera en defensa de ese patrimonio de su abuelo y de su padre, en contra de las circunstancias. Por eso suele dormir ahí para evitar la demolición, el vandalismo y el saqueo.
En una época marcada por la superficialidad y el conformismo, personas emprendedoras como don Carlos dan un ejemplo de vocación y trabajo.
Ojalá las instituciones creadas para asistir a emprendedores y artesanos vuelvan la mirada hacia este David contemporáneo y le ayuden a encontrar los medios y las opciones para que este legado familiar siga existiendo.
Ojalá esta historia inspire a quienes necesitan un ejemplo.
El autor es médico.