La reciente nominación del presidente, Luis Guillermo Solís, al premio Enemigo de los Tiburones 2016 es un hecho que pone en entredicho la protección de los recursos marinos.
Debe, por tanto, analizarse los objetivos perseguidos por el país en este campo.
En los últimos años, ha habido una creciente preocupación mundial por el estado de los recursos pesqueros. La inquietud llegó a su máximo en el 2006, cuando un grupo de científicos advirtieron que de continuar el manejo de las pesca de forma tradicional, los océanos se quedarían sin peces en el 2048.
Estas alertas, aunadas al colapso de poblaciones comercialmente importantes, como el bacalao en Canadá, han llevado a los tomadores de decisiones a adoptar estrategias más conservadoras.
El Estado costarricense está siendo acusado de someter los recursos marinos a un nivel alto de explotación así como de restar protección a especies vulnerables e importantes para el adecuado funcionamiento de los ecosistemas (los tiburones, en este caso).
Tal comportamiento es compatible con los objetivos tradicionales en cuanto a las pesca, mediante la cual se ha procurado la generación de empleo a corto plazo, descuidando la estabilidad del recurso del cual dependen los pescadores.
Enfoques como este han sido fallidos a lo largo de la historia, pues presentan altos costos de oportunidad por sacrificar los beneficios a largo plazo que pueden dar los recursos.
Aprender de otros. El país debería considerar evaluar sus objetivos pesqueros en un contexto internacional. No para copiar formulas preestablecidas, sino, más bien, para aprender de los éxitos y de los fracasos de regiones con más experiencia en el manejo de recursos marinos.
Un ejemplo es Bristol Bay, en Alaska, comunidad que depende en un 100% de la pesca del salmón rojo. Aun bajo estas circunstancias, la actividad se lleva a cabo con el objetivo principal de mantener la salud del recurso.
Los tomadores de decisiones han entendido que si se mantiene la población de salmones, la comunidad será capaz de seguir explotándola obteniendo sus beneficios a lo largo del tiempo.
Lo anterior no ha impedido que hoy sea la pesquería más grande de salmón rojo que existe en el mundo.
Ese es solo un ejemplo de los muchos exitosos que se pueden encontrar en donde se procura la sostenibilidad de los recursos en pro del bienestar de las comunidades.
Nuestro país reclama la necesidad de atender a las comunidades costeras que dependen de la pesca. Bajo ninguna circunstancia esto debería ser justificación para sacrificar a los peces o tiburones.
Al contrario, es justamente por esa razón que debe regularse la extracción de recursos marinos. Solo mediante la aplicación de medidas que permitan tener pesquerías sostenibles es que el Estado podrá cumplir su función de asegurar el bienestar presente y futuro de los costarricenses, en especial de aquellos que de una u otra forma se benefician de las pesca.
Una vez que el Gobierno cambie sus objetivos en lo relacionado con los recursos marinos, contribuiremos en conjunto con muchos otros países a evitar que se cumpla la predicción de un mundo sin peces.
El autor es biólogo marino.