El 28 de diciembre Rubén Hernández Valle escribió un artículo de opinión muy interesante, y si la memoria no me falla, ha escrito sobre el mismo asunto en otras oportunidades.
En el más reciente, sugirió varias reformas: incrementar el número de diputados, elección de diputados de forma parcial, periódica y por distrito electoral, reelección presidencial y que la segunda vuelta se lleve a cabo en marzo, no en abril, entre otras.
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El 6 de febrero volvemos a ser “importantes” para elegir presidente, de una lista compuesta por 25 candidatos (todo un récord), y a los 57 diputados que nos representan, pero que nos son impuestos por los partidos políticos.
Es maravilloso salir a votar y vivir la democracia que tantos otros países añoran. Como dijo Enrique Obregón Valverde en su artículo de opinión del 14 de enero, “pensemos en la democracia y, cuando la pensemos, amémosla, y cuando la amemos, defendámosla; en este momento, será con el voto”.
Un presidente sin diputados afines no puede cumplir las promesas de campaña; a lo sumo, podrá negociar con diferentes bancadas —que ya son muchas— para alcanzar algún acuerdo acerca de algún proyecto; sin embargo, es desgastante y toma tiempo, y en un abrir y cerrar de ojos pasaron cuatro años.
¿Qué premio recibe el buen presidente o el buen diputado al finalizar su período? Un simple “muchas gracias” y nos vemos dentro de cuatro años. Es decir, cuatro años que pierde Costa Rica sin esos buenos líderes.
No he escuchado ni leído de ningún partido político participante una propuesta para reformar el sistema representativo político con miras a mejorar la gobernabilidad y darle al ciudadano más poder de decisión. Es un tema impopular, pero tan trascendental como los impuestos, el gasto público, las pensiones, la educación, la seguridad social, la corrupción, la inseguridad.
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Hago eco de las sugerencias de don Rubén para discutirlas, analizarlas y, sobre todo, afinarlas; además, para que convenzamos a nuestros “líderes” políticos de que son necesarias para la gobernabilidad y empoderar al pueblo.
Es hora de refrescar nuestra democracia, de cambiar esquemas y paradigmas con vistas a elegir gobiernos más eficientes.
Existen vías para que los costarricenses seamos importantes más allá de cada cuatro años: reformar la Constitución para que el sistema representativo se ajuste a la realidad (multipartidista), con reelección sucesiva presidencial por dos períodos; elección de diputados por distrito electoral y de forma alterna cada cierto tiempo; y más empleo del referendo cuando se trate de proyectos o rutas que los gobernantes deban tomar.
Costa Rica necesita un sistema de gobierno versátil y flexible, no uno que funcionó en el pasado, pero que, como en todo, precisa modernizarse.
El autor es abogado.