El cannabis o la marihuana ha recibido mucha publicidad en los últimos meses, y podría decirse que, en este sentido, se ha estado saliendo de control.
Estudios clínicos sobre las propiedades medicinales presentes en el cannabis se utilizan y promueven de forma errónea, creando confusión entre las personas.
Las propiedades terapéuticas que se le atribuyen a la planta son el resultado de la acción de los principios activos que contiene, como el tetrahidrocannabinol, cannabidiol, cannabinol, cannabicromeno y cannabiciclol, entre otras moléculas, sobre receptores específicos en el cuerpo humano.
Solo las moléculas con acción farmacológica son extraídas de la planta y su efecto terapéutico es estudiado por separado. Es importante aclarar que los estudios no se llevan a cabo con base en el consumo de partes de la planta en una pipa o un puro, como el show mediático lo pretende mostrar.
Gracias al avance de la ciencia, la ingeniería química y la tecnología farmacéutica, estas sustancias se extraen, purifican, y hasta se sintetizan, para luego ser colocadas en una vía de administración o forma farmacéutica, como lo son las pastillas, aceites, ungüentos, cremas, jarabes y parches, en dosis terapéuticas adecuadas y estandarizadas, fabricadas en laboratorios que cumplan con controles de calidad y buenas prácticas de manufactura.
Ejemplo de esto es el Marinol (dronabinol) el cual es utilizado para tratar la pérdida de apetito en pacientes con sida y anorexia.
El fumado de la planta no es útil ni indicado para fines terapéuticos. Promover el fumado como vía de administración para su uso terapéutico sería el equivalente a promover el uso de acetaminofén en un cigarro. Simplemente no tiene ningún sentido. ¿Cómo vamos a tratar un dolor de cabeza si al mismo tiempo le causamos cáncer al paciente?
Daño en el cuerpo. El fumado de marihuana no es menos dañino que el del tabaco en los pulmones y demás órganos de nuestro organismo. Conlleva los mismos riesgos para la salud: cáncer de pulmón, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), enfisemas, asma e impotencia.
Bajo ninguna circunstancia el fumado del cannabis debe ser promovido o publicitado si esta actividad o el cultivo de la planta para uso personal se pretendiera regular, pues no es penado por la ley. Debería hacerse a través de una ley anticannabis.
Lo anterior de manera muy parecida a la ley antitabaco en vigor, que sin dudas ha sido todo un éxito en cuanto al respeto del espacio público y la declaración de espacios libres de humo.
La ley debería prohibir la publicidad, el consumo en lugares públicos e imponer fuertes impuestos para, con esos fondos, pagar anuncios con el objetivo de desestimular su uso recreacional y fomentar la apertura de centros para el tratamiento de la adicción, entre otras medidas.
Modelos. El país puede abrirse a la regularización de la marihuana siguiendo el ejemplo de países desarrollados como Canadá, Estados Unidos y Holanda, pero de forma adecuada. Consumo recreacional y uso terapéutico o industrial no deben confundirse.
El Estado no debe involucrarse en la producción o distribución de la planta, porque su objetivo es proteger a sus ciudadanos.
Antes de aventurarse a legalizar la planta y convertir al país en la próxima weed republic, más bien debe abrir las puertas a productos terminados, principios activos, materias primas y otros derivados que cuenten con respaldo científico serio o un uso industrial comprobado, tal es el caso de todo medicamento de venta libre, sin receta médica o psicotrópico, así como materias primas.
El autor es médico farmacéutico.