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La verdadera crisis

Carlos Alvarado tiene ante si una tarea prioritaria que nada tiene que ver con porcentajes: reconstruir en el ciudadano el tabú de la deshonestidad, reinstaurando la noción del deber cívico.

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Mientras usted me lee, un funcionario en una oficina pública se da cuenta de que podría beneficiarse haciendo algo indebido. El riesgo de ser descubierto es mínimo, pero duda: sería la primera vez. En ese momento deberá manifiestarse lo que Kant llamó el “imperativo categórico”, esa armadura interior que lleva a actuar moralmente sin que sea necesario el temor al castigo. Porque si lo detiene el miedo y no su conciencia, evaluará la legalidad y no la rectitud de sus acciones. La línea entre bueno y malo estará señalada por lo que contemple la ley y no por el daño potencial a la comunidad.








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