El próximo febrero tendremos una elección muy particular. Con una papeleta de 25 opciones, será muy fácil enredarse, ya que, por un lado, no veo un candidato sobresaliente ni un líder carismático capaz de convocar a las masas a votar por él.
En los debates o entrevistas se les formulan todo tipo de preguntas, como si los aspirantes tuvieran la obligación de saber de todo. De ser así, no deberían aspirar a la presidencia de Costa Rica, sino a la gubernatura global.
Cada candidato debería, entonces, saber de agronomía, astronáutica, política, educación, carreteras, salud, vacunas, fútbol y vaya usted a saber de cuántas cosas más.
Como cualquier mortal, los aspirantes tienen derecho a opinar de lo que sea, pero una cosa es opinar y otra es saber.
El saber es producto del estudio, la reflexión, la lectura, la práctica, la experiencia, y no hay tiempo en una sola vida para conocerlo todo, menos hoy cuando existen tantos conocimientos por adquirir.
Ya no hay sabios como los de antaño que, como se sabía poco y de limitadas cuestiones, sabían algo de todo. Así, creo que lo más revelador no es preguntar a los candidatos sobre cirugía, o edificación de calles, o cómo sembrar ayotes.
Nos darían una mejor visión de su sabiduría preguntarles a quién le consultarían o le confiarían durante su gobierno la construcción de obra pública, o la educación de nuestros niños, o la salud del pueblo, o el cobro y administración de los impuestos.
La experiencia en materia de gobierno de algunos postulantes a la presidencia parece que no es un argumento que los asista, no es una base firme sobre la cual apoyar sus pretensiones o sus dudosas aspiraciones.
Recientemente, una señora mayor, extremadamente pobre, abrigada con una bandera partidaria, dijo tener sus esperanzas en un partido que ha estado en el poder no sé cuántas veces durante la vida de ella y que no ha sido capaz de sacarla de esa situación o no ha querido hacerlo.
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Si así son las cosas, ¿qué podría esperarse de los que no han estado en la función pública o de los partidos que probablemente no tienen ni siquiera la cantidad mínima de “sabios” en cada materia para brindar soluciones durante su poco probable gobierno?
Debemos buscar, como mínimo, alguna coincidencia de pensamiento o de anhelo en alguno de los candidatos, ver a las personas que los acompañarán, si llegaran a triunfar en las elecciones, para que no nos agarren asando elotes y tampoco pasemos los próximos cuatro años lamentándonos y criticando.
Para ser candidato no basta con ser buena gente, no basta con haber nacido en un barrio pobre o tres días a caballo del pueblo más cercano.
Ser buena gente es un requisito, pero no es suficiente. Muchos de los sospechosos de corrupción involucrados en los casos que salieron a la luz este año son buena gente, nacieron pobres, tienen y aman a sus familias, van a misa y no comen chiquitos.
No basta con saber que aquel por el que vamos a votar es un angelito. En arca abierta, hasta el justo peca.
El autor es geólogo.