Los alojamientos particulares han demostrado ser beneficiosos para el desarrollo económico local, donde se ubica la mayoría de los negocios de la economía colaborativa afiliados a Airbnb y otras plataformas similares.
Los hoteles y hostales tradicionales se encuentran en centros de población y polos turísticos de amplio desarrollo, donde los huéspedes tienen fácil y rápido acceso a sitios de compras y restaurantes.
Los turistas suelen quedarse y socializar ahí mismo, y no aportan mucho a la economía del resto de las provincias, donde Costa Rica tiene mucho por ofrecer.
El que los visitantes extranjeros recurran a alojamientos alternativos, promovidos en plataformas digitales, ha generado cuantiosos beneficios no solo a los anfitriones, sino también a otros pequeños comercios de la comunidad.
Un caso particular. Zarcero no cuenta con sitios para hospedarse, pese a atractivos como el parque, hermosos parajes, gastronomía y agradable clima, que se disfrutan en absoluta paz. Los estadounidenses, canadienses, españoles, ingleses, alemanes, italianos, suizos y otros extranjeros que se han hospedado en mi casa son personas en busca de lo local: comidas, costumbres, tradiciones.
Les gusta comer en la sodita o en el pequeño restaurante del pueblo y disfrutar del entorno. Desean explorar zonas de carácter comunitario, ahorrar y encontrar dónde quedarse con la familia. Los turistas dicen que para ellos lo interesante es vivir como “un vecino más”. Por ello, van a lecherías, restaurantes, pulperías y cafés de la comunidad zarcereña.
El sector hotelero tradicional ha visto en este tipo de negocios una amenaza. Aunque nos parezca triste y doloroso, conjuntamente con la jerarca del Instituto Costarricense de Turismo, lograron que en muy pocos meses el Congreso aprobara una ley que afecta a pequeños y medianos emprendedores en todo el territorio.
Competencia desigual. La ley impuso reglas que ponen a competir dos modelos de negocio totalmente diferentes como si fueran similares. La economía colaborativa no afecta negativamente al sector hotelero.
En consecuencia, la regulación tendrá efectos desastrosos para las familias que hallamos un nicho de mercado para generar ingresos y para los pueblos en general.
La ley es confusa, pero, además, en ciertos aspectos, materialmente imposible de cumplir por las instituciones del Estado.
Antes de aprobar la regulación, el legislador debió preguntarse si las nuevas opciones de mercado no están mejor atendidas sin la intervención del Estado, pues lo que debía determinarse era “si el beneficio de prevenir los perjuicios es mayor que la pérdida de prohibir la acción que los produce”, es decir, si el remedio iba a ser peor que la enfermedad.
El autor es empresario.