La neumonía es una infección que inflama los sacos aéreos de uno o ambos pulmones, y es causada por diferentes microorganismos, como virus, bacterias y hongos.
La enfermedad se propaga por vía aérea debido al espray generado al toser o estornudar y, en ciertos casos, por contacto con una persona infectada.
Las recomendaciones para la prevención del contagio son el lavado regular y correcto de las manos; evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca con las manos sucias; y no tocar a personas enfermas.
En vista de la amenaza de varias pandemias causadas por virus, como el covid-29 de China (aún considerado epidemia por la Organización Mundial de la Salud), es común observar personas usando mascarillas quirúrgicas para tratar de impedir el contagio.
La incesante compra de tapabocas ha producido el desabastecimiento en las farmacias de China, España y otras naciones. Pero ¿protegen de la propagación de la neumonía por coronavirus?
Uso cuestionado. Las mascarillas quirúrgicas fueron utilizadas por primera vez en los hospitales a finales del siglo XVIII, pero no pasaron a ser de uso público hasta la pandemia de la gripe equivocadamente denominada española, la cual mató a 50 millones de personas, aproximadamente, entre 1918 y 1920.
En la actualidad, su utilización ha sido cuestionada por diferentes científicos, como el médico español Vicente Baos, quien asegura que “no están pensadas para protegerse, sino para no eliminar gérmenes, es decir, para que las lleve el propio enfermo”. Y añade que “si se reutilizan o se colocan mal, se vuelven más ineficaces aún”, agrega.
David Corrington, médico del St. George’s Hospital, con sede en Londres, señaló a BBC News que “las mascarillas quirúrgicas para el público no son una protección eficaz contra los virus o las bacterias transportados en el aire”.
Para Jonathan Ball, profesor de Virología Molecular de la Universidad de Nottingham, en un hospital y con un tratamiento bien controlado, “la mascarilla puede ser tan buena para prevenir una infección como un respirador hecho a medida”. Sin embargo, señala el académico, “cuando uno ve los estudios que analizan su eficacia en la población en general, los datos son menos convincentes: es todo un desafío mantener una mascarilla durante períodos prolongados".
Descuido. A estos criterios científicos debe aunarse la falsa seguridad brindada por la mascarilla, la cual induce al usuario a un grave error, al creer que se encuentra fuera del alcance del coronavirus y otros gérmenes, y, por consiguiente, descuida la higiene personal que, en términos generales, es justamente el verdadero defensor contra este y otros tipos de enfermedades, en conjunto con la vacunación y el fortalecimiento del aparato inmunológico.
El autor es salubrista público.