La bicicleta es un transporte alternativo, barato y con futuro en el país, pero no cuenta con la infraestructura necesaria ni correcta, principalmente en la Gran Área Metropolitana.
No es ajena a la realidad en la zona rural, donde su uso es cotidiano, pero igualmente sin la seguridad vial para los ciclistas.
Debido a la pandemia, la venta aumentó. Al utilizarlas, las personas liberan estrés, hacen ejercicio y, en estos días de restricción vehicular, es el medio para trasladarse a los centros de trabajo.
Por ende, trae beneficios a la vida del ser humano en sociedad. No obstante, en nuestro país existe una continua preocupación. No hablo de los huecos en las carreteras, tampoco a la dificultad del relieve, que introduce un ingrediente extra a la hora de pensar en este transporte, sino al peligro de tener en una misma vía bicicletas, autobuses y automóviles.
No es coincidencia que los altercados presenciados, contados por terceros o reseñados por los medios de comunicación sean recurrentes.
Los conductores de automóviles y autobuses consideran que su carril es invadido y les deja poco espacio de maniobra, y los ciclistas piensan que debe respetarse el metro y medio al cual tienen derecho.
En China, Japón, Bélgica, los Países Bajos, Suiza, Alemania, Estados Unidos, Brasil y Colombia, los ciclistas cuentan con carriles exclusivos. No obstante, la construcción aislada de caminos para la bicicleta no arregla la situación del todo.
El factor humano es fundamental. Quiere decir que, por más ciclovías que tengamos, el respetar el espacio empieza por considerar a la persona que va en la bicicleta y, de igual forma, a los conductores del resto del transporte, porque unos y otros poseen los mismos derechos.
No es ver quién llega primero o quién tiene el derecho, sino tomar decisiones a largo plazo y que el reconocimiento internacional de Costa Rica llegue a ser por la abolición del ejército, sus bellezas tropicales, los profesionales destacados en sus áreas y también por el respeto y la solidaridad de los unos con los otros.
Este principio del respeto conlleva un cambio de mentalidad acerca de cómo vemos a los demás en todo cuanto hacemos. No avancemos como individuos, sino como colectividad.
El autor es estudiante universitario.