Después de leer el artículo titulado «Las dos caras de la CCSS», del psicólogo Rafael León Hernández (25/2/2021), sentí la necesidad de comentar algunas reflexiones personales sobre lo ahí planteado.
Fui funcionario de la Caja durante muchos años, laboré como médico la mayor parte del tiempo en la Clínica de Cuidados Paliativos y Control del Dolor del Hospital Nacional de Niños, amo y creo en la institución de la cual, como costarricense, me siento muy orgulloso y agradecido porque le debo mucho.
A través de mi trabajo pude crecer como profesional, formar y mantener dignamente a mi familia, pero lo principal es que me permitió crecer como ser humano.
Como menciona León en su artículo, no todo es malo. Gracias a Dios la Caja está repleta de buenos funcionarios y, sobre todo, de buenas personas, quienes, como yo, aman la institución y están agradecidas con ella; sin embargo, es cierto que las cosas están cambiando y hay que mejorar o, cuando menos, evitar un mayor deterioro.
La Caja invierte gran cantidad de recursos en equipo e infraestructura, lo cual me parece extraordinario; no obstante, el recurso humano sigue siendo el pilar de toda institución dedicada a la atención directa de personas y, como en el caso de la Caja, personas vulnerables por algún problema de salud, y es ahí cuando empiezan a emerger las deficiencias.
El sistema de selección y reclutamiento debe ser revisado y actualizado. Durante mis años de trabajo, vi actitudes poco humanitarias hacia los usuarios y hasta negligencia.
Muchos de esos funcionarios estaban en proceso de contratación, pero con «derechos» que los hacían intocables, y ni se diga de quienes han adquirido «propiedad». Los que ocupan puestos administrativos saben a lo que refiero, y remover o incluso retroalimentar a servidores que incurren en este tipo de actitudes no es sencillo.
Incapacidades. El síndrome de agotamiento profesional, condición científicamente comprobada, es un desgaste emocional y físico que puede generar conductas disfuncionales en la atención de personas o conflictos entre el funcionariado. La pérdida de perspectiva y de sentido común, insensibilidad, apatía, maltrato y afección emocional y física significan largos períodos de incapacidad. Son parte del síndrome.
La Caja debería invertir más en cuidar a los funcionarios para que estos puedan servir mejor a los usuarios. Esto se logra a través de programas de salud mental y políticas claras de prevención del agotamiento y desgaste laboral, programas complejos que demandan gastos e involucra diferentes disciplinas.
En el balance final habría que sopesar la inversión versus el tratar las consecuencias del agotamiento, que producen el pago de múltiples incapacidades, empeoramiento de los conflictos con los usuarios y, por ende, insatisfacción.
Hay factores externos que son parte del problema, como la formación de los profesionales, técnicos y personal de apoyo del sector sanitario. La responsabilidad recae en las universidades. Mi criterio es que la formación humanista es fundamental en toda profesión, pero especialmente para quienes van a trabajar directamente con usuarios de los servicios de salud.
He visto la falta de formación en aspectos tan básicos como al hacer una entrevista, el lenguaje no verbal, el contacto visual, la capacidad de escucha, la falta de empatía, por no decir de respeto al tratar a un paciente, poco tacto al no tomar en cuenta el nivel educativo o de comprensión y la utilización de un lenguaje técnico sin considerar si la persona comprendió lo que se le dijo.
Vinculación con el paciente. También están la presunción de que los usuarios conocen el funcionamiento del sistema y la reacción de intolerancia ante algún cuestionamiento o duda que los usuarios manifiesten.
Todos estos aspectos deben estar incluidos en la estructura curricular, no como algo secundario o complementario, sino como algo medular en la formación de los futuros prestatarios de los servicios de salud.
De nada vale un acervo de conocimientos técnicos si no nos vinculamos de forma asertiva con los otros; no son objetos ni máquinas; son seres humanos vulnerables. Si los centros de enseñanza ya lo están haciendo, deben revisar el programa, porque al parecer no es suficiente.
No creo que la Caja sea la única institución afectada por este tipo de problemas, globalmente enfrentamos situaciones complejas en relación con nuestros valores, responsabilidades, obligaciones, sentido espiritual de nuestra existencia y responsabilidad hacia los demás, enseñanzas que heredábamos de nuestras familias y que el Estado reforzaba o complementaba mediante el sistema educativo, condición que estamos perdiendo, pero este sería solo el síntoma de una enfermedad mayor.
El autor es médico.