En un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional (The Return of the Policy That Shall Not Be Named: Principles of Industrial Policy), los autores, Reda Cherif y Fuad Hasanov, analizan el milagro asiático —Taiwán, Hong Kong, Singapur y Corea del Sur—, utilizando nuevas estadísticas y técnicas, de lo cual emergen lecciones para países en la trampa del ingreso medio, como Costa Rica.
El milagro fue posible, dicen los investigadores, gracias a políticas de desarrollo productivo cuyos principios básicos son intervención estatal para corregir fallas del mercado que obstaculizan la aparición temprana de productores nacionales en industrias sofisticadas, más allá de la ventaja comparativa inicial; orientación a los exportadores, en contraste con la típica “política industrial” fallida de los años sesenta y setenta, cuando la industrialización fue por sustitución de importaciones; y la búsqueda de una competencia feroz tanto en el extranjero como en el territorio nacional con estricta rendición de cuentas.
Al contrastar las recomendaciones con la recta estándar para el crecimiento —apropiado clima de negocios, instituciones e infraestructura, estabilidad macroeconómica, inversión en educación y menos tamaño del Estado—, se observa que son insuficientes para conseguir un sostenido crecimiento a largo plazo, como lo muestra la evidencia empírica.
Las causas. El problema de este conjunto de políticas es su tendencia a corregir únicamente las “fallas del gobierno”, pero no necesariamente las del mercado, especialmente en el desarrollo de sectores sofisticados.
Si a la receta estándar agregamos la atracción de inversión extranjera, además de la intervención estatal para desarrollar industrias en torno a sectores con ventaja comparativa (ej. turismo), se lograría un salto en el nivel de ingresos y un mayor crecimiento, pero no el milagro asiático.
Solo si también se añade a la lista la intervención del Estado para corregir las fallas del mercado a fin de desarrollar sectores sofisticados y tecnología local, el país estaría en capacidad de crear las condiciones para un crecimiento a largo plazo alto y sostenido.
El premio Nobel de economía Dany Rodrik señala que el desarrollo económico necesita políticas de desarrollo productivo estimuladoras de las actividades económicas y promotoras del cambio estructural, lo cual posibilitará producir nuevos bienes con nuevas tecnologías y transferir recursos de actividades poco productivas a actividades modernas y más productivas.
El desarrollo económico está plagado de fallas de mercado y esa es la razón por la cual no se produce automáticamente, aunque el gobierno haga un buen trabajo usando la receta estándar de crecimiento.
Blindaje. Además, como señalan otros estudios recientes, principalmente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para alcanzar el objetivo anterior, es necesario contar con un apropiado marco institucional. Es decir, poseer la capacidad técnica para evaluar las fallas del mercado y blindar el proceso político para minimizar las fallas de Estado (ej. captura por intereses particulares).
Al diseñar ese marco institucional es fundamental tener clara la importancia de la colaboración público-privada con miras a identificar las restricciones que sufren los empresarios y los mecanismos más apropiados para derribarlas.
Cuando la colaboración público-privada se diseña apropiadamente, el riesgo de captura de la política por intereses particulares (principal crítica a las PDP) se reduce.
Durante la administración Chinchilla Miranda, dio inicio la construcción de este tipo de institucionalidad mediante la creación del Consejo Presidencial de Competitividad e Innovación (CPCI), el cual, lamentablemente, fue eliminado. No obstante, se han presentado propuestas a la Asamblea Legislativa para volver a contar con el CPCI, pero de carácter legal, así como convertir el Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit) en una agencia de promoción de la innovación.
Si también se definen y ejecutan las políticas de desarrollo productivo con énfasis en ciencia, tecnología e innovación, el país se movería por el camino correcto. Aunque, claro está, la tarea es gigantesca, pero vale la pena.
El autor es economista.