“Papi, ¿a dónde vamos?”, pregunta una niña temerosa, con voz quebrada, que escapa con sus parientes de su tierra en busca de algo mejor.
El padre responde: “No lo sé hija, solo sé que nuestro bienestar está lejos de lo que alguna vez consideramos nuestro hogar”.
A 500 kilómetros camina otra familia cerca de la frontera, decidiendo, con unas pocas monedas, su futuro.
“Papi, ¿vamos por un helado donde abuelita, aquí a la vuelta, está bien?”, pregunta una niña con una voz amorosa, tierna y llena de felicidad.
El padre ve con ojos de orgullo a su pequeña hija, con la esperanza de haber encontrado el lugar donde crecerá.
A 500 kilómetros, otra familia siente el cobijo de los vecinos que les dieron trabajo con la ilusión de, en el futuro, tener su propia empresa.
Dos historias diferentes. Dos caminos que se diferencian uno del otro por mucho, por una decisión, la misma que debe afrontar quien sea el mandatario de un país.
Él toma las decisiones, pero los insumos los da el pueblo. El país, hablando como la colectividad que somos, está dejando al azar el destino de las futuras generaciones. Siempre consideré al hombre y a las mujeres buenos por naturaleza, citando a Jean-Jacques Rousseau, pero el manejo de un sistema con virtudes, y con muchos defectos, lo corrompe cuando hay mucho por mejorar.
¿Cuál será la Costa Rica que tendremos en unos 20 o 30 años? Las diferencias entre clases sociales cada día son mayores, la inseguridad se agudiza, el trabajo se encarece y los deseos de los ciudadanos se distancian de lo que el Estado les provee.
En dos palabras, descontento total. Una bomba de tiempo que acumula presión. Nada fuera de lo común en tiempos en que la comunicación por medios electrónicos está por todos lados; sin embargo, el factor humano nos caracteriza menos.
Suena a escenario fatídico. No quiero que Costa Rica sobrepase tal extremo. Todos estamos en este barco. Todos tenemos una función, todos tenemos algo que aportar. No es quien aporte más o quien aporte menos; ese no es el fin.
Si no soy yo, entonces quién. Si no es ahora, entonces cuándo. Los momentos de inflexión son para buscar superarse y crecer, no para retroceder. ¿Estamos avanzando?
El autor es estudiante.