La crisis global en la cadena de suministros, desencadenada por los efectos de la covid-19 y la posterior agresión injustificada del Kremlin a Ucrania, reflejan por qué las economías globales deben integrarse más y mejor. Para una economía pequeña como la costarricense, fundamentada durante siglos en el comercio internacional, es especialmente relevante.
En momentos en que los precios internacionales no poseen el equilibrio usual y los plazos de entrega son inciertos, otros factores complican aún más el panorama: la región centroamericana es cada vez más vulnerable a la inestabilidad política y a que algunos países sucumban al contagio de tendencias proteccionistas, lo cual ocasiona perjuicios tangibles a un gran sector de nuestra oferta exportable y obliga incluso a acudir a los mecanismos de solución de controversias comerciales.
Nuestra economía requiere instrumentos adicionales para tener acceso a la mayor variedad de productos para nuestros consumidores —y al mejor precio posible—, cantidad de materias primas de calidad para nuestros productores y el mayor número de destinos para nuestros exportadores.
La integración económica global es el camino que debemos seguir. Se trata de una serie de pasos estratégicos para buscar un mayor crecimiento de la economía, un mayor encadenamiento productivo con los mercados internacionales —particularmente los de Asia— y una integración optimizada con nuestros socios en Latinoamérica. En esa línea, acceder a la Alianza del Pacífico resulta ser una decisión impostergable.
Es una alternativa de mercado de más de 233 millones de consumidores, que representa como bloque la octava economía del mundo, atrae más del 45% de la inversión extranjera hacia latinoamericana y origina más del 50% del comercio de la región, pero que, como acuerdo, sobrepasa por mucho los estándares de lo meramente comercial. La Alianza es mucho más que otro acuerdo comercial, es una propuesta fresca, moderna y ambiciosa de integración regional para América Latina.
Los miembros de la Alianza se destacan por ser economías pragmáticas y por ser miembros de la OCDE (Perú está en proceso de adhesión), características que se expresan en su estabilidad económica y en los procesos de revisión constante que poseen de sus prácticas y políticas públicas. Esto es sustancialmente significativo porque en la coyuntura actual de incerteza global y volatilidad regional, socios comerciales y Estados amigos que brinden estabilidad y equilibrio es más necesario que nunca.
El Acuerdo Marco de la Alianza propone un entorno jurídico que propicia una integración profunda en temas como cambio climático, facilitación comercial, homologación regulatoria, comercio transfronterizo de servicios, impulso articulado a las pymes, atracción coordinada de inversión extranjera directa, promoción del turismo, cooperación técnica y cultural, propiedad intelectual, facilitación migratoria, educación (con un componente de movilidad académica y estudiantil muy interesante) e investigación y desarrollo, entre otros. Con esa diversidad, la Alianza procura propiciar saltos de calidad en productividad y competitividad globales para sus miembros.
Hemos avanzado en gestiones concretas que son una muestra de confianza y fiabilidad para nuestros ciudadanos y socios en el mundo. En tan solo una semana de trabajo de esta administración, la controversia del aguacate fue resuelta. La ilegalidad en asuntos comerciales no es de recibo para el presente y el futuro del país, pues históricamente hemos crecido en los sectores que se han internacionalizado bajo el respeto a los acuerdos.
La Alianza del Pacífico nos permite consolidar el renombre que, a pesar de nuestro tamaño, siempre nos ha caracterizado en los foros comerciales globales, a la vez que nos da instrumentos adicionales para integrarnos de una manera más justa, al generar más opciones de desarrollo para todas las regiones del país, desde la diversificación del acceso a otros mercados y la facilitación del comercio hasta la construcción de capacidades.
No es admisible seguir postergando esta decisión con argumentos vacíos y por temores no sustentados. No es digno seguir empeñando las oportunidades de nuestros ciudadanos, como en los últimos ocho años, so pretexto de predicciones apocalípticas sin respaldo técnico. No negociar nuestro ingreso a la Alianza del Pacífico no es una opción.
El autor es ministro de Comercio Exterior.