
A los pueblos de la Tierra:
Les escribo desde una pequeña franja de territorio donde, hace 77 años, tomé una decisión que cambió mi destino: renuncié a tener ejército y declaré que la paz sería mi forma de estar en el mundo.
No fue un gesto de ingenuidad ni una apuesta temeraria. Fue la convicción de que la seguridad verdadera nace del bienestar de las personas, no del tamaño de los arsenales. Desde entonces, el sonido que marca mis días no es el de un avión de combate, sino el de una campana escolar; mis herramientas más poderosas no son rifles ni bombas, sino libros, vacunas y oportunidades.
Mi historia demuestra que la paz no es pasividad, sino trabajo diario. Es respeto, justicia, instituciones que funcionan y una ciudadanía que, con todos sus tropiezos, ha decidido convivir sin miedo. La paz es, sobre todo, un compromiso colectivo con la dignidad humana.
No caminé este sendero sola. Hace 35 años, en 1990, Panamá se unió a esta apuesta. La frontera que compartimos –la única en el mundo entre dos países sin ejército– no separa: une. Es un recordatorio de que hay otras formas de relacionarse, incluso cuando el planeta parece inclinado hacia la confrontación.
Conozco los desafíos que enfrenta nuestra familia global. Veo las guerras que se reavivan, la violencia que se normaliza, la desconfianza que crece. Pero desde mis costas, mis montañas y mis selvas tropicales, intento enviar un mensaje distinto: el rumor de una sociedad imperfecta, sí, pero empeñada en construir más que en destruir.
No los invito a copiarme. Cada nación tiene su historia, sus heridas y sus posibilidades. Pero sí les ruego considerar lo que mi experiencia demuestra: que la paz no es una utopía lejana. Es una decisión política, ética y cotidiana. Una decisión que ustedes también pueden tomar.
Elijan el diálogo antes que el rencor. Elijan la cooperación por encima del miedo. Elijan, cuando puedan, que la vida pese más que la violencia.
Que mi camino les inspire reflexión; que mis aciertos y mis errores sirvan para abrir rutas hacia la concordia. Cada puente construido, cada gesto generoso, cada esfuerzo por escuchar al otro construye un mundo más habitable.
Con respeto, esperanza y confianza en la humanidad,
Costa Rica
paulo.sibaja@gmail.com