La pandemia no ceja. Las fuerzas renovadas nos han ayudado a resistir, pese a las adversidades. En lontananza, vislumbro que la benemérita y autónoma se mantendrá erigida, fide et pace, cual albor destelleante para toda la comunidad escolar, en torno a la irreverente covid-19.
Han sido 179 años fundacionales, a lo largo de los cuales el Colegio de San Luis Gonzaga, con sede en Cartago, ha hendido los corazones de muchos egresados, con el señorío de una educación de vanguardia, tanto en habilidades duras como blandas.
Las circunstancias presentes demandan reingenierías en cualesquiera instituciones. El San Luis debe continuar siendo una fortificación, en la que se redirijan estos hitos pedagógicos, para un eficaz y eficiente reemplazo de paradigmas, acordes con una útil y comunitaria función social, en un lapso específico, en el contexto educativo y momento histórico.
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Una areté clásica, por la que, según Hipias de Élide, exista una capacitación para pensar, hablar y actuar con éxito, cuya virtud depare un ciudadano prudente, magnánimo y justo.
No bastan las guías de trabajo autónomo, ni aun las malogradas pruebas FARO en undécimo año, para asegurar aquella areté, cultivada día tras día, desde sétimo grado, bajo la conducción de personas educadoras de probada academia, acompañadas de educandos que rehúyan el inerte y tendencioso mecanicismo.
Una planificación estratégica que tenga objetivos, metas, políticas y acciones propiciadoras del bagaje cultural del discente, más allá de los limitados programas curriculares del Ministerio de Educación Pública.
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Los asuntos prescriptivos del MEP deben ser el principio originador de una magna sapiencia, labrada en los laboratorios áulicos, con jóvenes educados, sobre la base de la investigación y su consecuente autoaprendizaje.
Una administración educativa garante de la conformación de una creciente comunidad de actores sociales, quienes acuerden crear, innovar e instalar, mediante el saber hacer, una infinidad de gestiones proactivas que contribuyan a la extensión social, con miras a mejorar los bienes, servicios y productos, los cuales, desde el aula misma, los académicos y estudiantes aporten a su entorno, con forja de emprendimientos y microempresas productivos.
Considero que, si en el San Luis Gonzaga se continúa mirando prospectivamente, habrá una revolución educativa, patrón de claras luces para el bienestar de nuestro país, con fe y esperanza en escenarios disruptivos para reconstruir la nación en el marco del bicentenario de la independencia.
El autor es profesor en el Colegio de San Luis Gonzaga.