El Partido Unidad Socialcristiana (PUSC) se adelantó a promover el predominio de la política local en la selección de candidatos a diputados y, por esa vía, la desproporcionada influencia cantonal en su conducción. La propuesta electoral terminó siendo fruto de esas fuerzas, y el PUSC no ha ganado una elección desde el 2002.
Han pasado dos décadas y faltan cuatro años para la próxima oportunidad. En los últimos comicios, la agrupación quedó en un desteñido quinto lugar. Los pronósticos de relevantes figuras socialcristianas se cumplieron a cabalidad y, sin un golpe de timón, el futuro no parece muy halagüeño. El partido, dicen sus críticos internos, se está convirtiendo en una maquinaria para elegir diputados, con éxito limitado.
El rumbo de la fracción legislativa no se ha perfilado con claridad y la aceptación de nombramientos del gobierno por algunos dirigentes contribuye a la confusión. Los socialcristianos se han mostrado dubitativos en el Congreso en cuestiones de gran relevancia, como los eurobonos.
Sobre la senda emprendida por el PUSC también transita, con rezago, el Partido Liberación Nacional, con idénticas advertencias de muchos de sus principales dirigentes. No obstante, la Asamblea Nacional celebrada el domingo por los socialcristianos apunta a la posibilidad de una rectificación. Juan Carlos Hidalgo, nuevo presidente de la agrupación, informó de una larga lista de reformas, entre ellas, la revisión del sistema de elección de diputados.
Si el proyecto se concreta, el PUSC podría volver a señalar el camino, pero esta vez en la dirección correcta. El giro hacia el localismo ya muestra sus frutos y no son los mejores para el país ni para el fortalecimiento de los partidos políticos. Hidalgo también habla de desarrollar las secretarías para abrirse a la participación de sectores no necesariamente definidos con criterios territoriales.
En eso no hay innovación, sino el regreso a esquemas de organización ensayados con éxito en el pasado por las agrupaciones políticas con más historia. El PUSC, el PLN y Vanguardia Popular fomentaban robustos movimientos de juventud, mujeres, profesionales y trabajadores, entre otros. Esas estructuras se fueron desvaneciendo y, en el caso del Partido Acción Ciudadana, nunca cobraron vida, quizá por el personalismo dominante en sus orígenes.
Durante el último cuatrienio, los socialcristianos fueron la fracción más indisciplinada, según el análisis de los votos de los 57 diputados hecho por el Programa Estado de la Nación (PEN). Otros partidos alcanzaron hasta el 99,68% de apego a la línea de fracción, pero los socialcristianos, cuando enfrentaron proyectos relevantes, apenas siguieron a su jefatura un 92,61% de las veces y todos se apartaron de la bancada en alguna oportunidad.
Las disputas internas afloraron continuamente, y era fácil distinguir al menos dos subfracciones. Cuando Pablo Heriberto Abarca perdió la presidencia de la Asamblea Legislativa con votos del PUSC en su contra, declaró “quebrada” la fracción y denunció una negociación de sus compañeros “bajo la mesa”. Las contradicciones están estrechamente relacionadas con el sistema de elección de candidatos a diputados.
Hidalgo también anunció un partido sin temor a adoptar posiciones, lo cual augura mayor claridad y cohesión ideológica. Además, los asambleístas escucharon propuestas sobre apertura a una política de alianzas, que debería dársele naturalmente a la Unidad porque es fundamento de su origen y hasta de la parte del nombre que se mantendría si prosperara la idea de cambiarlo.
En efecto, algunos asambleístas contemplan la posibilidad de cambiar el nombre, haciendo a un lado el calificativo “socialcristiana”. Podría ser una forma de proyectar renovación, pero los cambios de fondo señalarían una voluntad más firme de redefinir el rumbo y, quizá, sirvan de ejemplo a otros partidos, nuevos y tradicionales pero igualmente próximos a la tentación de municipalizar la política.