Muchas ciudades del mundo han logrado recuperar su centro y algunas lo han transformado en un espacio privilegiado para el desarrollo inmobiliario. En San José, la Municipalidad se ha planteado el reto y hay algunos logros, pero el grueso de la gente no regresa y el antiguo corazón de la capital está poblado por construcciones vacías, muchas en abandono.
La pandemia probablemente agravó la situación, aunque no hay un censo actualizado para demostrarlo. El éxodo de habitantes, oficinas y comercios comenzó mucho antes de la emergencia sanitaria. La novedad de la pandemia es el teletrabajo y la posibilidad de una reducción de las necesidades de espacio de oficina. La edificación de la Ciudad Gobierno, en las inmediaciones de plaza Víquez, con todas sus innegables ventajas, podría acentuar la escasa demanda de ese tipo de inmuebles. Sumados a la competencia de los oficentros en otras zonas de la ciudad, esos hechos y tendencias indican la necesidad de encontrar otros usos para las construcciones vacantes.
En su tesis del 2015, el arquitecto Felipe Pina identificó 31 edificios subutilizados, cuyo primer piso alberga algún uso comercial y el resto está desocupado. La Municipalidad de San José conduce un nuevo censo de edificios con desocupación parcial o total en los cuatro distritos centrales (Carmen, Catedral, Hospital y Merced). Lo terminarán a fines de año, pero los resultados preliminares indican un aumento de la desocupación.
El abandono de viejas edificaciones crea riesgos de muchos tipos, comenzando por los peligros más obvios, relacionados con estructuras, instalaciones eléctricas y plagas. Pero una ciudad con algún grado de desuso también atrae problemas sociales, especialmente el delito y la indigencia.
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Para encontrar su vocación de uso mixto, comercial y residencial, San José debe ser atractiva; sin embargo, las dificultades señaladas más bien rechazan población. La Municipalidad ha procurado abrir espacios públicos e invita a recorrer el centro por vías dedicadas a los peatones, pero sus buenos propósitos se ven derrotados apenas cae la noche y la zona se torna amenazante.
Quizá la experiencia de otras ciudades ofrezca enseñanzas útiles para enfrentar el dilema, pero el Concejo josefino parece bien encaminado cuando apuesta por la habilitación de edificios para vivienda. Si el centro recuperara población y se mostrara amigable con sus habitantes, el progreso sería muy significativo.
No obstante, el esfuerzo supera las posibilidades de la Alcaldía capitalina y requiere la intervención del gobierno y, quizá, de la Asamblea Legislativa. Los edificios desocupados datan, en su mayoría, de la década de los setenta y el tiempo de abandono agrava sus deficiencias. Rehabilitarlos no es barato, aunque sería mucho más cara la reconstrucción. La arquitectura tampoco es atractiva, sobre todo para el uso habitacional, y requeriría modificaciones.
Las obras necesitan financiamiento y eso se logrará cuando haya un mercado potencial. Quizá la forma de conseguirlo sea concentrar esfuerzos en una zona bien delimitada, para proveerla de los servicios necesarios y ofrecer a los potenciales vecinos facilidades de crédito y estímulos tributarios. A partir de ese punto, la iniciativa podría expandirse.
El Instituto Tecnológico elaboró un plan de acción, en el 2016, con el propósito de recuperar el centro mediante la rehabilitación de edificios en desuso. El objetivo declarado era volver a «dinamizar el desarrollo y potencial habitacional del centro» en un plazo de cinco años. El plazo ya venció, pero, afortunadamente, ninguno de los actores institucionales renuncia a renovar esfuerzos. El Tecnológico renovará el convenio con la Municipalidad y actualizará el plan de acción. El reto es enorme y exige un tesón de la misma talla.