Un sabio refrán sostiene que la mejor práctica es una buena teoría. La buena teoría simplifica sistemáticamente los fenómenos que interesa conocer, ayuda a comprenderlos mejor y a sacarles ventaja. Así, opera por igual para las leyes del calor, la fisiología y la agricultura. Al mismo tiempo, como podría certificarlo todo médico, experto en informática o mecánica, la práctica pule el conocimiento teórico. Existe entre las dos una relación simbiótica que a la sociedad le conviene aprovechar al máximo.
Costa Rica atraviesa por una situación de alto desempleo. Cerca del 12 % de la población económicamente activa no tiene trabajo. Entre los jóvenes, la tasa de desempleo es casi el doble. Eso es sumamente preocupante, pues equivale a desaprovechar recursos muy valiosos de personas que, entre otras cosas, tienen un buen dominio de las técnicas modernas de información y comunicación. Una de las razones por las cuales muchos de ellos no encuentran trabajo es su carencia de experiencia laboral y, por no tener trabajo, no adquieren experiencia.
La educación dual, teórico-práctica, como la del proyecto recién aprobado en primer debate, con 48 votos a favor y solo 2 en contra, tiene el objetivo de dotar a los estudiantes que lo deseen de conocimientos en uno y otro campo, es decir, en la teoría y en la práctica. Además, procura hacerlo de manera sistemática, de modo que, por ejercer un cargo en lo inmediato, los jóvenes no vayan a sacrificar sus posibilidades de crecimiento profesional e intelectual en el futuro. La educación dual es un esquema en el cual los conocimientos se adquieren en las aulas y se complementan de manera sistemática con trabajo práctico. Así se logra reforzarlos.
Los estudiantes no van a las empresas a hacer lo que sea. La práctica debe estar claramente vinculada con la materia estudiada en las aulas, lo cual debe ser verificado desde el inicio y a lo largo del aprendizaje. Como todavía no son un “producto terminado” del sistema educativo, sino que están en el proceso de adquirir conocimientos y hasta de incurrir en los errores propios del aprendizaje, no existe entre ellos y la empresa una relación laboral que, entre otras cosas, obliga a reconocer determinados salarios y cargas sociales. Exigir dicha relación habría constituido un desestímulo notable y quizá definitivo para el sistema.
Una vez superada exitosamente la etapa de entrenamiento, es de esperar que muchos jóvenes sean contratados por las propias empresas que coadyuvaron a su educación. Entonces, contarán con todas las garantías del Código de Trabajo. El mecanismo aprobado por la Asamblea Legislativa con el nombre de “educación y formación técnica dual” es muy prometedor. Es de esperar que no solo ayude a una gran cantidad de jóvenes a encontrar ocupación bien remunerada en un entorno macroeconómico y tecnológico conocido como la cuarta revolución industrial, sino que estimule en ellos la investigación y la educación continua. El esquema cuenta con un sistema de becas y seguros para los participantes que contribuye a augurarles éxito.
Pero el esquema aprobado debe entenderse como un “plan piloto”, sujeto a ser controlado, corregido conforme la práctica lo requiera, y evaluado de manera sistemática en sus alcances y limitaciones. “Por sus frutos los conoceréis”, dice un dictado bíblico. En la materia que nos ocupa, también es preciso asegurar que los frutos sean los esperados. En ese caso, tendremos un arma más para combatir el desempleo y la pobreza. Los jóvenes favorecidos, y sus familias, lo agradecerán.