En los extremos de la política nacional y en cualquier otra parte del espectro donde haya anidado el ánimo electorero, hay un descomunal esfuerzo por sofocar la sensatez y la tolerancia. La muestra más reciente es la reacción del Directorio Político del Partido Acción Ciudadana (PAC) en contra del diálogo anunciado por el ministro Rodolfo Méndez Mata con dos de las figuras más experimentadas de nuestra política: Rolando Laclé Castro y Rodrigo Arias Sánchez.
La inteligente iniciativa de Méndez se inscribe en el llamado del presidente, Carlos Alvarado, a la unidad nacional. La reconstrucción de la agenda común, en momentos de profunda crisis, es la única vía para prolongar el “éxito” reconocido por Laclé a la primera parte de la administración.
La miopía del Directorio Político del PAC es producto de prejuicios ideológicos a cuya luz (o sombra) las reformas promovidas hasta ahora no necesariamente constituyen el éxito señalado por el ex ministro socialcristiano. Cuando la ideología se sobrepone al pragmatismo y se pierde contacto con la realidad, no es difícil caer en espejismos.
La ilusión más notable recogida por el comunicado del PAC es la de autosuficiencia. Es difícil imaginar de dónde sale la percepción de fortaleza de un partido de gobierno con diez diputados y el desgaste de dos años de trascendentales reformas. Es igualmente difícil imaginar dónde estuvo el Directorio Político mientras las fuerzas de oposición representadas en el Congreso cerraban filas con el Ejecutivo para impulsar los cambios indispensables.
El Directorio Político del PAC no puede aspirar a que “su más enérgico rechazo a la posibilidad de que figuras del más trasnochado bipartidismo incidan en los planes de gobernabilidad de (la) Casa Presidencial” sea interpretado por los partidos afines a Arias y Laclé como un ataque personal del cual están exentos los actuales dirigentes y sus organizaciones.
Las dos figuras son representativas de sus partidos. Por eso, amén de su experiencia, la anunciada intención de conversar con ellos es una muestra más de inteligencia de Méndez Mata. Por eso, también, era previsible la defensa de ambos por los partidos identificados con sus trayectorias.
Obnubilado por la ideología, el Directorio del PAC celebra las “nuevas formas de gobernar” y descarta la posibilidad de recuperar la confianza mediante “el consejo de quienes llevaron al país a la ingobernabilidad, postergando soluciones y velando por el bien de unos pocos”.
En el mundo ilusorio de la dirigencia, el PAC no contribuyó en forma alguna a la crisis. El gobierno de Laura Chinchilla no pospuso la reforma tributaria. Si el PAC no se hubiera sumado a otras fuerzas para derrotarla, la crisis sería menor. Otro gallo cantaría, además, si el PAC hubiera acuerpado las reformas al empleo público planteadas en aquella época.
Cuando estrenó las “nuevas formas de gobernar”, con Luis Guillermo Solís, el mensaje fue la falta de urgencia de nuevos impuestos, la célebre tontería sobre la inutilidad de reformar el empleo público porque no habría efectos en décadas, la burla a quienes estábamos “obsesionados” por el déficit fiscal y la promesa de enseñarnos a “gastar bien” antes de pedirnos más recursos. Al mismo tiempo, el gobierno incrementó el gasto mientras pudo. En el Congreso, los sabios del PAC invocaban la soberanía frente a las calificadoras de crédito, con total indiferencia hacia el creciente costo y monto del financiamiento.
Al final, la novedosa forma de gobernar estuvo a punto de incumplir obligaciones y dejó un “hueco fiscal” del cual nos dimos cuenta mucho después de las proclamas finales de “heroísmo”, sin dejar de mencionar extrañas maniobras cementeras y pluses salariales otras veces atribuidos al “bipartidismo”. Nos legó, también, un sindicalismo irresponsable, envalentonado por el retiro del veto a la reforma procesal laboral. La lista podría ser mucho más larga, pero baste lo dicho para celebrar que el actual gobierno, hasta la fecha, parezca menos del PAC y más de unidad nacional. Ojalá mantenga el rumbo.