El domingo primero de abril visité varias escuelas josefinas mientras el pueblo costarricense votaba. Recorrí sus pasillos y constaté, de primera mano, el profundo espíritu cívico y democrático del pueblo costarricense. Los sencillos toldos de los dos partidos en contienda, uno a la par del otro, sin que hubiera el menor atisbo de tensiones ni malquerencias partidarias. Todos llegaban a votar, como quien visita un santuario, con profunda tranquilidad y respeto, sin ninguna estridencia tribal.
También recorrí muchas calles y vi el talante alegre, desenfadado, respetuoso, que se respiraba en todos los rincones. Vi a muchos costarricenses ondeando con gozo la bandera de Costa Rica; vi a bellas muchachas y guapos muchachos con rótulos que decían: Libertad, Paz, Democracia. A pesar de que tenían su simpatía política, prefirieron divulgar las más bellas palabras del diccionario político de la historia.
Cuando el sol había caído y las urnas se habían cerrado, vi, por medio de la televisión, a miles de costarricenses, a pie o en vehículo, a pesar de que todavía no sabían cuál iba a ser el resultado, mostrar un legítimo gozo y orgullo porque el país, una vez más, había cumplido en paz con la principal tarea de la vida democrática: elegir a sus gobernantes que son, como lo dice la doctrina democrática, y como lo establece con meridiana claridad el artículo 11 de nuestra Constitución, “simples depositarios de la autoridad”.
Error. Se equivocaron de palmo a palmo los agoreros representantes del ancien régime que mostraron su lacrimosa preocupación por el grado de polarización, acritud y disputa que veían en el alma nacional.
Han confundido el espíritu altamente corrosivo que vuela en parte de las redes sociales, que no es más que expresión de un pequeño segmento de nuestra población, y el verdadero ethos del pueblo costarricense.
No hay duda de que los dos candidatos fueron dignos representantes de esta nueva cultura política y que a ellos cabe una importante parte de la ejemplar jornada del primero de abril: no insultaron, no levantaron innecesariamente la voz, no recurrieron al arsenal de falacias y triquiñuelas de la vieja política.
Pero no hay duda de que los verdaderos héroes de la jornada del domingo pasado fueron los hombres y las mujeres de este país.
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A ayudar. La tarea del próximo gobierno no es fácil y requerirá del aporte de todos. Pero, a la vez, los ciudadanos deben ejercer en cada momento su derecho a la información pública y a la crítica, pues no existe mejor salvaguarda contra la corrupción y la ineficiencia que una ciudadanía independiente, alerta y crítica.
Comenzó una nueva etapa política. El domingo ni un solo costarricense votó por los dos partidos que dominaron la escena política durante casi 70 años. Abramos los brazos todos, sin excepción de raza, religión, color político, género o condición social, a este nuevo signo de los tiempos colmado de espíritu crítico, independencia, tolerancia y transparencia.
victorramza@gmail.com
El autor es analista político.