Por si no lo recuerdan, «Picasso» es el título de un relato del escritor argentino César Aira. Podría comenzar con el consabido «érase una vez»: por cierto, se atribuye al actor Robert Redford preguntarse si existe una frase más evocadora que el «érase una vez» con que empiezan todas las historias. Si lo hizo, está perdonado.
Vuelvo al relato. Un día, en el Museo Picasso, el escritor oye que un genio salido de una botella le pregunta qué preferiría, si tener un Picasso o ser Picasso; puede concederle cualquiera de las dos cosas, pero solo una de las dos.
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Aira se obliga a pensarlo un rato, porque el folclor y la literatura, dice, están llenos de cuentos de codiciosos atolondrados castigados por su precipitación, tanto que es como para sospechar que esa oferta siempre esconde una trampa.
¿A quién no le gustaría tener un Picasso, con toda la riqueza que esto supone? Pero ¿quién no habría querido ser Picasso, un destino individual tan deseable? ¿Qué hay de malo en tener, salvo porque conlleva no ser?
Por otra parte, ser Picasso significa posesionarse de un acervo valiosísimo de su obra, aunque haya que renunciar a la identidad propia y sustituirla por la del pintor y su destino, con el agravante, en el que el escritor no ha reparado, de que para el tiempo del relato aquel ya había muerto: ¿Hay ahí una trampa?
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Se puede reducir esta historia a un simple ejercicio lúdico, pero también magnificarla y convertirla en una disyuntiva ética. Ser o tener, he ahí el dilema. Lejos de mí, toda intención moralizante: tiendo a sospechar de los moralistas, cuyo oficio es vigilar la moral de los demás; por ejemplo, no me entusiasmó la institución de los llamados garantes éticos, aunque no dudo de que había entre ellos muy buenas personas.
No obstante, estoy tentado de trasplantar la historia a nuestro presente político. Ser Picasso es en realidad una suplantación, adoptar de modo fraudulento la identidad que más conviene.
La pragmática política parece que aconseja hacerlo: ocultar lo que se piensa, simular que se piensa o fingir lo que no se piensa, y emplearlo como moneda de cambio para tener lo que se ambiciona.
carguedasr@dpilegal.com
El autor es exmagistrado.