He tratado de soslayar el comentario de un suceso ocurrido la semana pasada. Me refiero a la condena penal de tres exdiputados por delitos relacionados con la Hacienda pública.
A fin de evadirlo, ensayé escribir sobre un episodio que retrata la barbarie a que puede llegar el uso de seres humanos como piezas útiles del ajedrez político. En Estados Unidos, algunos gobernadores republicanos fletaron autobuses y aviones para trasladar a migrantes que carecen de estatus migratorio regular, desde sus propios territorios a territorios demócratas. El juego consiste en plantarlos en estos últimos, abandonados a su suerte, en la batalla por ganar votos en las elecciones del 2024, cuando presuntamente la migración será un tema medular. Pensarán que es como arrojar la basura al patio del vecino.
Evidentemente, esta práctica política abjura brutalmente de mínimos de respeto a la dignidad humana; dicho en sentido llano, es un crimen de lesa humanidad que desborda por mucho mi inocua capacidad de protestar.
Por consiguiente, pensé dedicarme a un tema menos ingrato, y con este objeto me fijé en la entrevista a Emmanuelle Charpentier, ganadora del Premio Nobel de Química en el 2020 (El País, edición digital). Los microbios, dice, nos anteceden y nos sobrevivirán: saben cómo comunicarse, adaptarse, luchar; tienen una vida social apasionante. “El reto del ser humano es adaptarse al enorme cambio que se está gestando en el universo microbiano y que va a causar mucha inestabilidad. Lo hemos visto con un solo microbio, el SARS-CoV-2″. Los microbios, agrega, no tienen cerebro, pero son más listos que nosotros. Cosa esta última que me resulta palpable, sobre todo, a la vista de la errática gestión de la pandemia por las altas autoridades responsables de la salud pública.
Pero el caso que mencioné al principio se resiste al mutismo. Tres condenas que en conjunto suman 37 años, aplicadas a representantes populares que ostentaron sus cargos entre el 2010 y el 2014, constituyen un hecho sin precedentes sobre el que conviene recapacitar.
El castigo es doloroso para los protagonistas y sus familiares; es mortificante para quienes conocemos a alguno de ellos, en contextos diferentes del penal. No sé de ningún dato que tiña el proceso con sombras políticas y lo desmienta como ejercicio regular de la justicia. Pero seguramente, en adelante, va a martirizar a la Asamblea.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPIlegal.