Si yo fuera candidato a la presidencia de la República, estaría muy preocupado, no solo por la descomunal tarea que me esperaría, sino también por el bajoneado estado de ánimo del electorado.
La última encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP), de la Universidad de Costa Rica (UCR), ofrece un retrato puntual sobre la apatía y el desencanto que siente la mayoría de los votantes a tres meses de los comicios nacionales.
Que un 48 % de los ciudadanos no sepa por quién votar podría considerarse normal a estas alturas de la campaña y en vista de la amplia oferta electoral. Pero el hecho de que siete de cada diez personas digan no sentirse representadas por ninguno de los aspirantes es una señal de alerta.
Si yo fuera candidato, convocaría de inmediato a mi comando de campaña para llevar a cabo un ejercicio inusual. Sentaría a todos mis colaboradores y, viéndolos a los ojos, les preguntaría si realmente consideran que somos la opción que necesita el país.
¿Cuán cerca están nuestras propuestas de las necesidades más apremiantes del costarricense? ¿Tenemos un equipo calificado y visionario? ¿Tenemos la valentía para ejecutar las medidas requeridas? ¿Estamos preparados para hablarle a la gente con franqueza?
La encuesta del CIEP da pistas concretas sobre lo que la mayoría de los electores esperan del próximo presidente: quieren a una persona con trayectoria empresarial y experiencia política, pero que además represente un cambio y tenga capacidad negociadora.
Si mi aspiración fuera llegar a Zapote, tendría que verme con sinceridad al espejo para evaluar si mi papeleta presidencial y yo reunimos estas cualidades tan apreciadas hoy por el votante, quien sin duda intuye el gran desafío que se avecina en los próximos cuatro años.
La credibilidad será, ahora más que nunca, fundamental para tener alguna posibilidad de triunfar en las elecciones. Sin embargo, para ganarse la confianza del electorado, se requiere mucho más que discursos de plaza pública, bailes en TikTok y mensajes populistas.
Si yo fuera candidato, tendría que entender que ya no se ganan votos lanzando promesas vacías al aire. Pero como no lo soy, lo único que puedo aconsejar a las personas que pretenden gobernar nuestro país es que siempre pongan a la patria por encima de sus intereses.