En abril las Naciones Unidas alertaban sobre el alarmante incremento de la violencia intrafamiliar producto de las medidas y efectos de la contención de la covid-19, denominando el fenómeno “la pandemia en la sombra”.
En Francia, Chipre y Singapur las denuncias aumentaron un 30 %, en tanto que en Argentina, un 25 %. Las cifras de Costa Rica aún no están disponibles, el último corte cubre el primer trimestre; además, la misma Comisión de Género y la Comisión Permanente para el Seguimiento de la Atención y Prevención de la Violencia Doméstica advierten de que podría haber un subregistro debido a las mayores dificultades para denunciar.
Con fundamento nos alarma el número de mujeres asesinadas a agosto, que ya supera en 2 las de todo el 2019. Son 51 que dejan 11 hijos sin sus madres. Se trata de verdaderas tragedias y, no lo olvidemos, representan la punta más visible de un profundo iceberg de violencia que enfrentan nuestras mujeres.
La violencia intrafamiliar es una arista de la violencia y su implosión en tiempos de covid-19 se produce por una serie de detonadores como el estrés, la incertidumbre económica, amenazas a la salud, espacios reducidos de convivencia en confinamiento y el distanciamiento social que han convertido muchos hogares en infiernos.
Las Naciones Unidas recalcan que, así como el coronavirus ha puesto a prueba los sistemas de salud, incluso en países donde los sistemas sanitarios son más robustos, lo mismo sucede a las instituciones y personal para la atención de la violencia intrafamiliar, por lo cual insta a los gobiernos a tomar acciones y no olvidar la atención de esta otra grave pandemia.
En Costa Rica nos hemos quedado cortos. En primer lugar, y a excepción de los especialistas, no existe consciencia sobre el agravamiento del problema, pudiendo utilizar algo tan sencillo como las conferencias diarias para educar a la ciudadanía, informar a las víctimas sobre las líneas disponibles 911 y 800-800-3000, habilitar WhatsApp, invitar a vecinos y amigos a apoyar en caso de sospecha o fórmulas más innovadoras como convertir supermercados, farmacias, personal de correo o de entrega a domicilio en canales de denuncia, no se ha hecho. #Niunamenos, pasemos del discurso a la acción.
La autora es politóloga.