Lo que está de por medio no es solo un proyecto vital para la movilidad y la calidad de vida de quienes habitamos este caótico conglomerado que se llama Gran Área Metropolitana. Hay mucho más. Porque el tren reducirá dramáticamente el consumo de combustibles y la contaminación; impulsará la reactivación económica, la renovación urbana y la competitividad, y dará nuevo aire a la concesión de obra pública como motor de grandes inversiones en infraestructura.
La diputada Silvia Hernández, jefa de fracción del PLN, ha sido impulsora de esto último. Por ello, imagino que sus recientes dudas son realmente eso, y no implican un rechazo propio o de sus compañeros. Además, el apoyo del expresidente Óscar Arias al proyecto debería tener peso en la fracción. Sobre el PUSC y Nueva República, no me atrevo a decir lo mismo: su brújula política padece de gran inestabilidad, y a menudo tiende a distorsionar su concepción de las prioridades nacionales.
El argumento de que un préstamo de tal magnitud no procede en medio de la actual crisis carece de fundamento: por su período de gracia, bajos intereses y uso directo en una inversión que impulsará la economía y no engordará al Estado. Y si ese monto se usará para complementar en un tercio las eventuales inversiones del concesionario seleccionado mediante concurso, es porque, de lo contrario, las tarifas serían tan altas que el tren nacería muerto.
Todo lo anterior debe ser sometido a escrutinio antes de autorizar el préstamo; para eso está la Asamblea. Pero también está para hacer que impere la visión sobre la miopía y la responsabilidad nacional sobre la mezquindad criticada por Arias.
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