¿Dónde escarbar, o qué sensores activar, para diagnosticar actitudes, escrutar conductas, identificar tendencias o —más difícil aún— pronosticar qué ocurrirá en el ámbito sociopolítico? Los métodos, todos útiles, pero también parciales e inexactos, van desde las tradicionales estadísticas electorales, encuestas, índices de desempleo, pobreza o desigualdad, hasta las pautas de consumo o “posteos” que revelan las redes sociales. Y a ellos se añade una infinidad de análisis o fórmulas para sacar conclusiones.
Pero existe otra poderosa fuente analítica, simple y rápida, que, combinada con la capacidad para procesar datos, cada vez adquiere mayor relevancia como fuente de explicación y predicción: las palabras. Y pocas organizaciones han contribuido más a destacar su importancia que el centenario Diccionario Oxford, con su selección de la palabra del año.
Casi equivalente en inglés al de la Real Academia Española en nuestro idioma, para el 2019 acaba de escoger una frase de amplitud descriptiva, intensidad emocional y fuerza predictiva ejemplares: emergencia climática. No solo se trata de un giro lingüístico cuyo uso se multiplicó por más de 100 entre setiembre del año pasado y el actual; también, nos dice Oxford, revela una nueva tendencia en el uso de la palabra emergencia, referida a una dimensión global, y replantea la discusión del “tema definitorio de nuestro tiempo con nueva gravedad y mayor inmediatez”.
Es la palabra como suma, síntesis y revelación de riesgos exponenciales documentados por la ciencia; lo que hablamos y escribimos —y de qué forma— como dato para mostrar una realidad natural y social difícil de captar tan rápido y bien por otros medios.
La seleccionada en el 2018 fue tóxico, que expuso la cantidad de hechos y dichos socialmente contaminantes que marcaron el año. En 2017, youthquake, o terremoto juvenil, destacó el activismo proactivo de los jóvenes en muchos ámbitos. Y la selección de posverdad en 2016 se explica por sí sola. Precisamente, la distorsión del lenguaje ha sido una perversa herramienta para desinformar o construir falsas “verdades” que tuerzan la realidad. La iniciativa del Oxford dictionaries destaca la función reveladora y el vigor analítico de la palabra; quizá mejor, renueva su fascinante poder seductor.
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El autor es periodista.