No es a Enrique Sánchez, Carolina Hidalgo, Paola Vega u otros legisladores del PAC a quienes más debe agradecer el presidente por su apoyo durante la comparecencia en el plenario legislativo. El trofeo debe dárselo al independiente Dragos Dolanescu, quien logró lo que parecía imposible: transformar drásticamente el enmarcado público de la atención sobre la Unidad Presidencial de Análisis de Datos (UPAD).
Gracias a él, lo que ha sido una hipótesis sobre la posibilidad de que, desde esa oficina de la presidencia, se hubiera vulnerado, o quisiera vulnerarse, la privacidad de datos personales y, así, llegaran a violarse derechos básicos, se transformó en una certeza muy distinta: que desde el expediente de la Fiscalía sobre la actuación presidencial se filtraron datos privados de Carlos Alvarado.
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Quizá como bravuconada, como velada amenaza («si conozco algo tan privado, ¿qué más no podré saber?»), o como «chota», según dice ahora, cuando Dolanescu se vanaglorió en el recinto de poseer la clave de un celular del presidente, abrió una nueva línea narrativa sobre el tema: la de Alvarado como clara víctima, no hipotético victimario, de un delito.
De inmediato, la propia Fiscalía pidió al OIJ una investigación sobre cómo sucedió ese derrame de información y quién o quiénes pueden ser responsables. Se abrirá así un segundo foco de atención que, inevitablemente, condicionará las percepciones sobre el primero y, además, dará suficientes razones para alimentar un tercero: que detrás de la investigación palpiten inconfesables intereses políticos. ¿O politiqueros?
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Este otro relato lo alimentó Pedro Muñoz (PUSC), cuando se refirió al acto el miércoles como un «juicio político»: un diputado más para el agradecimiento presidencial. Y podría añadir a Silvia Hernández (PLN), quien, con su empecinamiento en que se utilizara el plenario para el interrogatorio (¿interpelación?) del mandatario, abrió una cuarta, y muy grave, línea narrativa: que se haya vulnerado la separación de poderes tutelada por la Constitución.
Paradójica moraleja: lo que, con manejo responsable, pudo ser un proceso de control político metódico, se transformó en un confuso entramado de versiones. Y, como en política la fuerza de los relatos a menudo supera la de los actos, el saldo hoy parece favorable a Alvarado.
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