
Podría iniciar diciendo que la realidad es interpretable, que mi realidad lo es, y que esta vida es un teatro perfecto, un circo o un musical; al final, un cuerpo en escena modificado por su huésped y por los ojos que lo observan.
Así lo veo cuando se habla de lo queer, lo heteronormativo, lo diverso, lo conservador. Somos seres sin libreto fijo, improvisando entre lo que sentimos y lo que se espera. La identidad no es personaje cerrado, sino danza entre lo impuesto y lo elegido, entre reinventarse o establecerse.
Pero ¿qué sucede si lo interpretable ignora que hay huéspedes con un cuerpo ajeno, artistas sin teatro, o musicales que no pueden pagar el derecho a un título? Hablar de identidad y libertad implica reconocer que hay cuerpos cuyas historias no nacen de la misma base. Algunos cruzan fronteras buscando un guion que no los expulse.
Lo queer y lo conservador son espejos que se niegan, pero ambos cosidos por el deseo de ser reconocidos. En medio de la sociedad, los cuerpos deciden qué es “lo normal”. Mientras tanto, el inmigrante o el indigente ni siquiera forman parte del debate.
Douglas S. Massey menciona que las fronteras no solo dividen territorios, sino que jerarquizan. Paul B. Preciado recuerda que el cuerpo es control y resistencia. Salvador Vidal-Ortiz señala que no es igual ser queer blanco que queer latino, y Lionel Cantú ve el vínculo entre migración y sexualidad. Mi libertad se escribe sobre la opresión que alguien cuantifica.
La indigencia es el punto final: cuerpos sin categoría social, sin pertenencia, territorios expulsados. Mientras algunos discuten su identidad, otros no tienen espacio para existir.
La interpretación no es libre: es condicionada. Mi cuerpo interpreta desde la seguridad de un escenario, pero los cuerpos no solo son interpretación: son resistencia, urgencia y silencio. Tal vez, la verdadera deconstrucción sea cuestionar el teatro entero.
La realidad, como el teatro, tiene luces y sombras. Algunos personajes tienen guion; otros improvisan entre el hambre y la esperanza. Antes que etiquetas, somos cuerpos buscando pertenecer a un mundo que aún decide a quién deja entrar.