El menú es tan abundante que no es fácil escoger un tema y hay que picar un poco de aquí y de allá, por lo menos mientras la extraña visita de la legisladora demócrata a Taiwán y la zona desmilitarizada que separa las dos Coreas, más explosiva que una tragicomedia, no acabe con las previsiones de futuro.
Lo habrán oído: no somos como las aves, que durante siglos construyen el mismo nido, y problema resuelto. Lástima. Al revés, hacemos planes y proyectos desde tiempo inmemorial, desde mucho antes de la ampliación de la avenida segunda, asunto tan belicoso entonces y del que nadie, que yo sepa, se acuerda. Seguiremos haciéndolos.
Se me ocurre decirlo a propósito del tren eléctrico, que por lo visto ahora será más caro pero dará servicio a menos gente, lo que parece ser una idea estupenda. Supongo que esto es bueno para las modalidades tradicionales del transporte público, aunque no necesariamente para las bondades futuras del servicio.
Pero qué importa, en la confusa disyuntiva a que nos conduce la escasa virtud para emprender y hacer, todavía podemos salir airosos confiando ciegamente en las promesas de la ley, que del servicio público habla maravillas: nos garantiza su continuidad, eficiencia y adaptación a todo cambio en la necesidad social que satisface.
En fin, parte de mi tiempo lo he gastado escuchando comentarios acerca de la crisis interna de un partido político histórico. No es el único partido que padece esta turbulencia, que se piensa transitoria pero que quizá no lo sea; otros partidos también están contaminados por el mal sabor de la derrota o de los magros resultados electorales. Pero son emprendimientos políticos relativamente recientes, y casi no se les nota. A los demás, ya les llegará su hora, sobre todo, si crecen y tienen éxito.
Las condiciones en que hoy se desarrolla la actividad pública y, especialmente, los novedosos canales para la atención y la participación ciudadanas han desplazado al viejo foro, que migró a la virtualidad, y dejó a los partidos sin su audiencia natural. Son muy aburridos y están desanimados.
La legislación favorece y mucho la creación de partidos ad hoc, el transfuguismo está a la orden del día. La cacareada crisis interna no es solo eso, ni mucho menos. El futuro de la política está por inventarse.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPIlegal.