Columnistas

Polígono: País del aire

Cuánta alegría debemos sentir cada vez que, por cualquier razón, se suspende una reunión internacional de burócratas.

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Si bien casi todos los seres humanos habitamos tierra enjuta, no todos tenemos ni necesitamos lo que suele llamarse una dirección fija. Existen los trashumantes —por ejemplo, los pastores mongoles y lapones— a los que no les preocupa ser poco menos que ilocalizables, las distintas categorías de refugiados y los sintechos, los que viven sobre ruedas y aunque no se muevan de un lugar durante años conservan la opción de trasladarse en cualquier momento a cientos de kilómetros de distancia, y también los que, como los habitantes de barcazas en Ámsterdam o Hong Kong, no viven en tierra seca, solo están atados a ella; tampoco faltan los que trabajan en el mar dedicados a la pesquería y casi nunca bajan a tierra, así como los delincuentes que permanecen en altamar con el fin de eludir a la Interpol. Cada uno de esos grupos incide a su manera sobre el medioambiente y podemos confiar en que ya alguien escribió una tesis de licenciatura sobre los diferentes tipos de contaminación que generan.








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