Viene bien que, con motivo de la Feria Internacional del Libro Costa Rica 2020, que ocurre en estos momentos en formato virtual, se hable de libros.
Se decía en mis tiempos mozos que la mejor manera de hacer mentir a un hispanohablante alfabetizado era preguntándole a boca de jarro cuáles tres libros importantes había leído, completos, en el transcurso de su vida.
Se aseguraba que, en su mayoría, los interrogados incluían en sus respuestas uno de los siguientes: el Antiguo Testamento, la Ilíada, El capital —de Marx, por supuesto— y Las mil y una noches; y que todos, absolutamente todos, mencionaban el Quijote. Tal combinación estadística era garantía de que siempre mentían.
LEA MÁS: Polígono: Honor a salvo
No sé cómo habrá evolucionado en todos estos años ese gusto por la pose, pero sospecho que con respecto al Quijote las cosas no han cambiado, gracias sobre todo a que para muchos da lo mismo haber visto la serie cinematográfica que haber leído el libro. Eso, sin hablar de los resúmenes destructivos que se admiten como sucedáneos en los cursos escolares.
Es injusto que en las respuestas a esa pregunta tramposa nunca figure el galeote de los libros, el que recibe los latigazos y siempre termina, como un remero esclavizado, arrancado de sus cadenas y tirado al mar sin el beneficio de un agradecimiento o una oración. Me refiero al diccionario. Mejor dicho, a los diccionarios, comenzando por aquellas ediciones antiguas del Larousse cuyo lema «sembrar a todo los vientos» debería ser «sembrado a todos los vientos» porque, ¡confesémoslo!, siempre terminaban deshojadas como alcachofas después del almuerzo.
LEA MÁS: Polígono: Y quién quita
En la actualidad, el uso de adminículos conectados a la red pareciera haber condenado al desempleo a esos libros, otrora indispensables, pero cuando «el sistema se cae» ahí están ellos para que boguen por nosotros: el DLE, el español-latín y el latín-español (uno en un tomo y el otro en dos, no entendemos por qué), el español-inglés, el español-francés, el español-ruso, el español-griego, el holandés-español, el panhispánico de dudas, el alemán-español, el de uso de las preposiciones en castellano… y siguen sirviendo aunque no funcione el wifi o nos hayan cortado el servicio por falta de pago. Una pregunta final: ¿Quiénes se leyeron el Quijote sin hacer uso de un diccionario? ¡Pero no me mientan!
El autor es químico.