Los pueblos o aldeas Potemkin fueron un mito creado por los detractores de Gregorio Potemkin, almirante ruso conquistador de Crimea. Según ese bulo, con motivo de la visita triunfal de la zarina Catalina la Grande a Crimea, en 1787, Potemkin hizo erigir a lo largo del recorrido de la soberana una serie de poblaciones inexistentes, de pura fachada, como serían en el futuro los escenarios de las películas de vaqueros; todo con el fin de convencer a Catalina de que la península estaba bien gobernada y gozaba de prosperidad. Pero, incluso si hubiera sido cierta, no se podría asegurar que la artimaña de Potemkin fue un invento suyo. Es probable que hubiera sido empleada con anterioridad en otros lugares, y es curioso que, en el ámbito literario, Italo Calvino, el escritor italiano nacido en Cuba en el siglo XX, sugiriera un antecedente.
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Las ciudades invisibles, de Calvino, consiste en un interesante catálogo de ciudades improbables, pero bellas, que Marco Polo describe al emperador de China Kublai Kan en vista de que este no puede visitarlas a pesar de que todas se encuentran en su imperio. Un creyente en la existencia de túneles en el tiempo podría sentirse tentado a pensar que Marco Polo describió las falsas ciudades que Potemkin habría de simular en el futuro. Y, por cierto, si Calvino fuera de lectura obligatoria en Costa Rica, tal vez habríamos evitado el adefesio que un poeta local llamó el sarcófago legislativo.
La conexión Marco Polo, Potemkin, Calvino se repite hoy en los centros de gobierno, donde los áulicos y los lacayos prosperan inventando exageraciones y cuentos de hadas. Catalina la Grande y Kublai Kan son replicados en pequeños y grandes países porque, al fin y al cabo, los gobernantes no pueden observarlo todo aun cuando estén dispuestos a intentarlo.
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Cuando descubrimos en las redes sociales, o en los medios informativos tradicionales, los montajes estilo Disneyworld que muchos personajes creen ver a su alrededor, no podemos menos que consagrar una nueva categoría social: la de quienes viven “vidas Potemkin”, unas vidas en las que todo es imaginario, simulado, como en el teatro. Es frecuente que en esas vidas Potemkin una misma persona protagonice, de manera simultánea, los papeles de Potemkin y Catalina la Grande, o de Marco Polo y Kublai Kan.
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El autor es químico.