“Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mateo 6:3). El gobierno toma eso literalmente. Unas decisiones van a contrapelo de otras. Con una mano abre aeropuertos, con la otra obliga a un seguro de salud recaro. Y tenía que ser solo con el INS. Ese absurdo no podía durar. Tuvo que brincarse para que reaccionaran. ¿Se excusaron? ¡Claro que no! Disculparse no está en su agenda.
Skinner había demostrado que a un perro se le genera neurosis, si con una señal unas veces se premia y otras se castiga. Así nos tienen. El caso del turismo no tiene nombre: seducirlos con apertura y espantarlos con un ñangazo. Danza y garrote.
No quiero imaginar a un mismo equipo detrás de medidas contrapuestas. Pero pasa mucho. Esperaría descoordinación y no insensatez. Me cuesta hacer juicios que induzcan epítetos injuriosos.
Descoordinación es más suave. Pero igual me equivoco. Se corrigió, aceptando la desconexión disléxica. Pero, más que desatino, la exclusión de otros seguros destilaba un fétido cosquilleo estatista con el olorcillo anacrónico usual.
Torpezas con el turismo son imperdonables. Esa savia aviva las venas de nuestra economía. Doce vuelos por hora de 28 aerolíneas traían 3 millones de turistas. Cada uno dejaba $1.400 repartidos entre 136 ramas productivas, sustento del 21,4 % de la fuerza laboral. Son medio millón de empleos. Ninguna otra actividad con tanto encadenamiento y de sostenido crecimiento en zonas deprimidas. Eso compensa nuestros abandonos.
Grecia abrió aeropuertos en junio, salvó el verano con restaurantes abiertos y tiene bajos índices de contagio. Apuntan donde deben, a sus fronteras terrestres, también nuestra debilidad. Aquí cortamos flujo vehicular y el contagio es en el transporte público. Vienen 80.000 trabajadores agrícolas de países contagiados, sin seguro ni certificado de salud. Y ponemos trabas al ingreso aéreo de pasajeros certificados. No tiene sentido. Se cierran restaurantes y el contagio ruge en cuarterías.
No más brocha gorda. Hay que combatir el virus con finura, precisando focos de contagio. Se requieren pinceles en las medidas sanitarias. Eso dice la letra fina de nuestro contrato social, esa que nuestros gobernantes pocas veces leen cuando firman.
vgovaere@gmail.com
La autora es catedrática de la UNED.