En la última novela de caballería y la primera gran novela moderna, Sancho Panza escucha cierta palabra y es como si se lo llevara el diablo. Veamos de qué se trata:
«–Dos [hijas] tengo yo —dijo Sancho—, que se pueden presentar al Papa en persona, especialmente una muchacha a quien crío para condesa, si Dios fuere servido, aunque a pesar de su madre—.
»–Y ¿qué edad tiene esa señora que se cría para condesa?— preguntó el del Bosque.
»–Quince años, dos más a menos —respondió Sancho—, pero es tan grande como una lanza, y tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapán.
»–Partes son esas —respondió el del Bosque— no solo para ser condesa, sino para ser ninfa del verde bosque. ¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca!
»A lo que respondió Sancho, algo mohíno: Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo, mientras yo viviere. Y háblese más comedidamente, que, para haberse criado vuesa merced entre caballeros andantes, que son la mesma cortesía, no me parecen muy concertadas esas palabras.
»—¡Oh, qué mal se le entiende a vuesa merced —replicó el del Bosque— de achaque de alabanzas, señor escudero! ¿Cómo y no sabe que cuando algún caballero da una buena lanzada al toro en la plaza, o cuando alguna persona hace alguna cosa bien hecha, suele decir el vulgo: ‘¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!?’. Y aquello que parece vituperio, en aquel término, es alabanza notable; y renegad vos, señor, de los hijos o hijas que no hacen obras que merezcan se les den a sus padres loores semejantes» (II, XIII).
Sentidos contradictorios. Si no recuerdo mal, Sancho Panza es el centro de tres pasajes donde se juega con los sentidos contradictorios del vocablo puta, y la consiguiente ira de uno u otro personaje.
La historia viene a cuento porque aquí la palabreja es un ejemplo de enantiosemia. No hay que asustarse. Las palabras suelen tener muchos sentidos.
Las enantiosemias son polisemias o contrasentidos, pero que expresan ideas contradictorias, por ejemplo sancionar (que a la vez quiere decir castigar o ratificar una ley).
A veces los sentidos dependen del contexto en que se habla, como lo muestra el ejemplo del escudero de don Quijote y el caballero del Bosque. Tal vez estos casos son los más frecuentes, y su aparición depende de la mayor o menor inclinación del escritor por jugar con la ironía, el humor y los matices.
Con todo y todo, el patrón estricto de la enantiosemia se da cuando el término indica dos sentidos completamente opuestos, por ejemplo alquilar: alquila el dueño de la casa, alquila el inquilino.
En otra época huésped aludía tanto al anfitrión como al invitado; hoy rige solo el segundo sentido. Otros vocablos con contrasentidos son graduar (la escuela gradúa abogados, los abogados se gradúan). Consultor: yo doy consulta, a mí me consultan.
Pavoroso: una acción provoca pavor o una situación se expresa como pavorosa. Tirar es arrojar o atraer algo hacia sí. En cambio sueño se aproxima a la enantiosemia gracias a dos sentidos lejanos, pero no polarmente opuestos: una idea alude al dormir, la otra, a las fantasías involuntarias que nos invaden mientras dormimos.
Producto nacional. Otro ejemplo curioso es cómo se invierte el sentido de las palabras. En la forma dialectal del español costarricense el término espaldarazo ha venido ganando un sentido nuevo y opuesto a la significación histórica.
El referente clásico se encuentra en la fórmula cervantina del espaldarazo y la pescozada que le zampan a don Quijote en la fonda. El espaldarazo era el golpe con la espada que tenía el efecto ritual de armar caballero a alguien. De este modo indica un acto de iniciación.
Asimismo espaldarazo celebra un reconocimiento de habilidades (una beca para escribir es un espaldarazo al novel escritor). Muy al contrario, la acepción reciente en Costa Rica pone el peso en lo material: es literalmente un golpe en la espalda.
Espaldarazo ha comenzado a significar castigo, rechazo, pérdida de respaldo: el votante le dará un espaldarazo al alcalde como castigo por su pésima gestión. La lengua es viva: aquí ha nacido un ejemplo de enantiosemia fresquito, recién estrenado en nuestra habla.
Pero no nos quedemos ahí. Somos muy creativos: al término afectación le cambiamos el sentido. Normalmente afectación alude a un tipo afectado, es decir, sin sencillez ni naturalidad en el trato, alguien modosito; pero aquí en Costa Rica la convertimos en una especie de sinónimo de afección (afección pulmonar, efecto dañino).
El lector encontrará seguramente otros ejemplos. Podría dar más detalles y relacionar esta idea con otras figuras de la retórica, pero baste con enfatizar un punto: muchos de los sentidos de las palabras dependen del discurso: cómo se dicen, a qué aluden en la realidad externa a lo dicho, en qué contexto de ideas y de otras palabras aparecen, etc.
Pongo dos ejemplos: que alguien avaro se llame Gastón y que una persona nada belicosa y tolerante lleve el apellido Matamoros (literalmente mata moros).
Tema difícil. Propongo a los lectores que tomen lo dicho hasta ahora como larga introducción a un tema difícil. ¿Será la Costa Rica actual una pesadilla de enantiosemias? Los discursos importantes son tal que lo dicho no dice nada, y lo no dicho quiere imponerse.
Se dicen cosas a gritos para esconder las verdaderamente cruciales, insultando, polarizando o vistiendo mentiras con ropaje de monstruos. Algunos abren la boca y mejor callaran en nombre del bien público, pero no, pues tienen derecho a la palabra, y lo digo sin ironía.
Se confunden las croquetas para gatos con decisiones de largo alcance que afectan al país entero. El que legisla en nombre del pueblo le da espaldarazos en sentido costarricense y le rompe las costillas y, si no, lo deja atónito.
Estamos hasta el cuello en una realidad en que la política se parece a un mundo fantástico de contradicciones donde las palabras se desgastan y dejan de producir sentidos para convertirse en proclamas irracionales.
En Costa Rica experimentamos la paradoja de que se felicita a quien cumple con sus obligaciones o sus compromisos. ¿Ocurre esto cuando empieza a fallar un sistema de convivencia vigente? Desde luego nadie debe asustarse ante la palabreja enantiosemia, pero sí nos asusta que pueda aludir al límite de los discursos comprensibles que hacen posible construir día a día un mundo compartido.
Parodiemos al caballero del Bosque: ¡Oh hideputa, putos, y qué mal que lo estamos haciendo!
El autor es filósofo.
(Fin)