Parecía tan lejano y ya está a la vuelta de la esquina. Cuando llegue el año 2022, habremos celebrado, con la solemnidad que merece, el bicentenario de nuestra independencia.
Estará, quizás, superada la pandemia y continuaremos el proceso de saneamiento de las finanzas públicas. Además, en febrero, los costarricenses tendremos que tomar una decisión sumamente delicada por la magnitud de los problemas sociales y económicos que Costa Rica enfrenta ahora, y es posible que subsistan entonces.
Cuando los seres humanos estamos inmersos en situaciones difíciles como la actual, angustiados por la salud, por la difícil situación financiera de miles de compatriotas y de la economía en general, somos poco propensos a pensar en el futuro.
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Así nos sucede en la actualidad: todos queremos que la plaga desaparezca, volver a abrazar a nuestros seres queridos, velar por nuestras finanzas y tener una vida normal, como la que perdimos a principios de marzo de este 2020. En vista de la magnitud de estos retos, muchos hemos perdido las fuerzas y el deseo de pensar en el futuro.
Sin embargo, es evidente que el gobierno que elegiremos en febrero del 2022 tendrá una tarea monumental. Las medidas que la Asamblea Legislativa apruebe para reducir el déficit fiscal y la enorme deuda que nuestro país soporta apenas estarán comenzando a aplicarse.
Confío en que, para entonces, la economía nacional haya empezado un franco proceso de recuperación, que permita a los costarricenses superar las angustias que han vivido.
Para ello, será indispensable un manejo cuidadoso de los asuntos públicos. Requeriremos un equipo de gobierno experimentado, firme, con clara conciencia social, dispuesto a enfrentar con serenidad y disciplina la ardua labor de conducir al país por una ruta que lo conduzca a los niveles de bonanza anhelados.
Es cierto que febrero del 2022 parece lejano; también lo es que nuestras metas inmediatas son recuperar la salud y la estabilidad financiera; no obstante, no debemos dejar de pensar en la delicada decisión que tendremos que tomar en el segundo mes de ese año.
Nuestra costumbre de dejar los problemas para última hora y luego improvisar soluciones suele tener funestas consecuencias en el mañana.
No obstante las angustias personales, debemos sacar un rato para meditar acerca de qué necesita hacer Costa Rica para transformarse en el país próspero, tranquilo y justo con el que soñamos.
El autor es exvicepresidente de la República.