A mediados de la década de los cincuenta, en Costa Rica se practicó lo que actualmente se denomina economía circular, que consiste en sustituir el esquema de compre, use y bote, por uno que reduzca el consumo, reutilice y recicle lo más que se pueda. Restos de llantas de hule gastadas que se usan en zapatos, casas y edificios construidos con materiales reciclados, compra y utilización de ropa usada constituyen ejemplos de economía circular.
En mi pueblo, San Vicente de Moravia, un señor que siempre portaba un sombrero negro mascaba un producto de hojas de tabaco conocido como cuecha, y le sacaba el jugo hasta donde pudiera. Después, ponía a secar al sol lo que quedaba y lo usaba para fumarlo en su pipa; luego, echaba la ceniza, como abono, a las matas sembradas en tarros de pintura que su esposa tenía en el corredor de la casa.
El hojalatero pasaba cada dos o tres semanas y la gente sacaba ollas, picheles, cafeteras, palanganas y bacinillas con huecos para que les cotizara cuánto costaría repararlas. Él metía la cabeza en cada una para detectar la cantidad y tamaño de los agujeros que tuvieran y, con base en eso, decía: “La reparación de esta cuesta una peseta; la otra, cuarenta centavos y la de esta, tan llena de huecos, seis reales”. “Dele viaje”, decían los dueños y así todo volvía a ser útil. A los chiquillos les encantaba el ritual del cuidadoso trabajo que hacían en las aceras los hojalateros, quienes también tenían agradable conversación.
Mayor provecho. Fuera de las épocas pico de producción, antes de la Semana Santa y del fin de año, algunos sastres tenían la paciencia de descoser los pantalones gastados y pasados de moda de los mayores y, con el material salvado, hacían otros para los jóvenes, un poco más ajustados a la moda. “Se curan enfermos, no se resucitan muertos”, decía el rótulo de un zapatero. Y eso le servía de protección porque la gente le llevaba a reparar tres o más veces un mismo par de zapatos (primero, para el cambio de tacones; luego, de tacones y media suela; más adelante, de suela entera y tacones; después...). “Haga lo que pueda, Mecho”, le decía el interesado. “Veré qué hago, pero no garantizo nada”. La leche se recibía del lechero a caballo y para ella cada familia tenía una ollita o pichel especial, que se usaba día tras días, mes tras mes y año tras año.
No había ni plástico de un solo uso ni recolectores de basura o, si los había, no los recuerdo porque al final del patio de las casas se hacían huecos donde se depositaban las hojas del tamal, las cáscaras de naranja, plátano y papa, las plumas de gallina, los ramos de flores marchitas, entre otros desechos, lo cual rápidamente se convertía en abono, que alimentaba a las chayoteras y a las milpas.
Economía social. Recientemente, ha tomado fuerza en el mundo un movimiento que promueve la economía circular. Un evento notable en este sentido es el llamado que el papa Francisco hizo hace poco a jóvenes estudiantes y empresarios menores de 35 años para que se reúnan en Assisi (Asís), en Italia, con el fin de tratar con profundidad temas relativos a lo que sería una economía social —no una economía socialista— que favorezca la conservación del ambiente, el uso eficaz de los recursos y el reparto equitativo de la riqueza. La convocatoria a la actividad, que se ha denominado La Economía de Francisco, en memoria de San Francisco de Asís, y cerca de la festividad de san José, el carpintero, recuerda que la palabra economía proviene del griego y significa administración eficaz de la casa, idea ahora extendida a la casa de todos, que es la Tierra.
Entre los expositores se encuentran profesionales destacados, como Amartya Sen, premio nobel de Economía 1998; Jeffrey Sachs, director del Instituto de la Tierra, de la Universidad de Columbia, y Carlo Petrini, sociólogo y activista italiano. Se puede obtener más información al respecto en el sitio www.francescoeconomy.org.
En su carta de invitación, el papa Francisco dijo: “Queridos amigos, les escribo para invitarles a unirse a una iniciativa que está muy cerca de mi corazón. Un evento que me permitirá encontrarme con jóvenes, hombres y mujeres, que estudian Economía y están interesados en otro tipo de economía: uno que favorezca la vida, no la muerte; que sea inclusivo y no excluyente; humano y que no deshumanice; que se preocupa por el ambiente y que no lo destruya. Un evento que ayudará a juntarnos para eventualmente entrar en un nuevo “pacto” para cambiar la economía actual y para dotar de un alma a la economía del futuro”.
Seguiremos con interés lo que se decida en marzo próximo en el pequeño y bello pueblo de Assisi, en Umbría, Italia, en un evento que algunos han llamado anti-Davos.
El autor es economista.