Los incendios y la muerte de millones de animales en Australia deben servir de lección. Hace muchos años, científicos advirtieron lo que sucedería si no tomábamos medidas para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
La acumulación de pruebas se multiplican: récords de temperaturas, sequías, inundaciones y pérdida de biodiversidad. El aumento de 1,5 °C dará como resultado inundaciones y ciclones más frecuentes. Si llegamos a 2 °C más, los eventos climáticos obligarán a las personas, sobre todo a las más vulnerables, a dejar sus hogares y se perderán cosechas.
No hay señales de compromiso de los grandes contaminantes por disminuir las emisiones, y es una realidad que en 25 años las zonas costeras serán castigadas debido al alza en el nivel de los océanos.
Los glaciares de Groenlandia y la Antártica han perdido más de 430.000 toneladas desde el 2006, el hielo se derrite y el agua seguirá subiendo. Según los expertos, la biodiversidad mundial, tanto terrestre como marítima, se degrada por la crisis climática.
Urgen medidas antes de una catástrofe. No podemos ser indiferentes mientras las pesadillas ecológicas saltan a la realidad. La gente debe tomar conciencia del peligro para la supervivencia si la contaminación no se detiene.
Movilización. El 65 % de la contaminación ambiental se debe principalmente al envejecimiento del parque vehicular, las presas y el uso de combustibles fósiles. En la Gran Área Metropolitana (GAM), que significa el 4 % del territorio, vive el 60 % de la población y se concentra el 70 % de de los vehículos.
La cantidad de autos supera los 2,3 millones. El sector del transporte, sobre todo el privado, es el principal contaminante, lo cual se agrava a causa del retraso de más de 20 años en infraestructura.
El colapso vial, junto con la falta de planificación urbana, ha sumado al caos dentro de la GAM. El 25 % de los costarricenses tardan, en promedio, unas dos horas en ir al trabajo y regresar.
Hay que transformar el transporte e invertir, cuando menos, el 3 % del producto interno bruto en los siguientes 10 años en infraestructura para recortar el tiempo de traslado, mejorar la salud y reducir la contaminación.
El 75 % de las personas (2 millones) ingresan y salen en más de 20.000 buses y 300.000 vehículos que se ven forzados a pasar por el centro de la capital. Los problemas viales no se resolverán con más semáforos, tráficos o carreteras.
La solución depende de la voluntad política del gobierno y de las municipalidades para trabajar en el ordenamiento territorial, cambiar el modelo de ciudad, sectorizar las rutas de los buses, crear más parques urbanos, mejorar la seguridad urbana, recurrir a trenes eléctricos rápidos y eficientes, obligar a las autobuseras a cambiar por unidades eléctricas o de biocombustibles o gas, utilizar tiquetes electrónicos y promover ciudades más compactas con base en incentivos con un uso mixto.
Sector público disperso. No es lógico que las oficinas de los ministerios y de las principales instituciones públicas estén dispersas por todas las ciudades y todavía no hayan digitalizado los permisos y trámites.
En el 2015, las entidades públicas mantenían 1.731 contratos de arrendamiento. Solo el Ministerio de Hacienda gasta ¢700 millones anuales en alquileres. El 84 % de los inmuebles rentados se concentran en San José, en edificios que le generan al gobierno más gastos operativos y una terrible logística de movilización.
No cabe duda de que esta dispersión geográfica y duplicidad de costos asfixia la vida ciudadana y empresarial. Hay que rescatar la idea de un centro cívico, que albergue los ministerios y sus cientos de órganos adscritos.
Urbanismo. Tampoco podemos seguir urbanizando los terrenos y extendiendo la ciudad. Hay que ordenar el crecimiento para obtener eficiencia de la infraestructura de aguas, carreteras, rellenos sanitarios, tratamiento de aguas negras, electricidad, conectividad, seguridad y otros. Debemos fomentar el uso eficiente del transporte público con políticas de movilidad urbana. Los estudiantes deben viajar en microbuses y olvidarse de los autos privados.
Antes de dar en concesión los trenes de cercanía, deben estar listas las terminales intermodales. Tanto el tren eléctrico como los buses deben usar el mismo pago electrónico para reducir filas y tiempo de espera. El transporte público es muy complejo y bien hace el gobierno en poner orden y planificar. Hay que tener visión hacia el futuro y una autoridad superior con poder para integrar las municipalidades, el MOPT, el Minae, el INVU y los demás entes públicos. El problema es complejo y requiere voluntad política férrea con visión a largo plazo para desplazarnos de un lugar a otro de forma sostenible.
Otros esfuerzos. Recientemente, fueron aprobadas políticas públicas como el teletrabajo, el uso mixto del suelo, los horarios flexibles, la limitación progresiva de plásticos de un solo uso y una nueva evaluación de normas ambientales para la minería abierta y exploración petrolera.
No podemos permitir que vuelva a suceder una situación ambiental como la que estamos viviendo en Crucitas por falta de reglas y medidas estrictas.
A pesar de que tenemos un 25 % del territorio protegido en parques nacionales, perdemos biodiversidad debido a la contaminación, la tala de árboles, la invasión y las quemas.
La polución implica gastos millonarios por muertes y males respiratorios. No podemos dejar de arborizar las zonas urbanas, controlar los procesos industriales y comerciales para que sean más amigables con el ambiente y de crear conciencia sobre la necesidad de un buen manejo de los desechos industriales y los producidos por los habitantes.
Debemos procesar las aguas negras en plantas industriales, evitar los vertidos en los ríos y dejar de usar tanques sépticos. Los botaderos deben desaparecer y avanzar hacia la diaria clasificación de la basura.
Por otra parte, debe emprenderse la promoción de la educación ambiental, el desarrollo de valores menos consumistas, el cuidado de nuestros mares y ríos, el fomento de la reforestación y la protección de los parques nacionales.
El país necesita sectores agropecuario e industrial conscientes de su responsabilidad ambiental, pero, sobre todo, de la necesaria nueva cultura de responsabilidad ambiental.
No se trata de hablar de carbono-neutralidad como discurso político; tenemos que actuar. Costa Rica es un paraíso biológico, pero vamos a perderlo si no lo cuidamos.
La sobreexplotación pesquera, la polución, la deforestación, el crecimiento descontrolado de la urbanización, la contaminación lumínica y sónica, y el consumo desmedido de productos no biodegradables nos llevarán a corto plazo a tener un futuro complicado y muy diferente a nuestro famoso compromiso de paz con la naturaleza.
El autor es ingeniero.