Un poema de Antonio Machado sirvió de inspiración a Joan Manuel Serrat para la canción Cantares. ¿Por qué el famoso cantante simplemente no musicalizó el poema ya existente, sino que lo parafraseó? Precisamente por lo que dice el poema: hay que andar para hacer camino. No basta con retomar lo pasado, hay que construir un futuro con nuestras opciones de vida. Sin embargo, hay un motivo repetido tanto en el poema de Machado como en la canción de Serrat: solo tenemos el presente para andar.
Es obvio que el pasado es primordial, pero no puede desandarse. Es obvio que el futuro es fundamental, pero no existe. Es solo el presente que une pasado y futuro, y hace fructificar de esa unión la vida.
Pensando en esto me vino a la mente la canción Honrar la vida, de Eladia Blázquez, que cantaba también Mercedes Sosa. ¿Cómo se hace camino sobre la mar? En el mundo simbólico de la Biblia, el mar es un lugar peligroso porque puede venir una tempestad y provocar el miedo. El mar es impredecible, se maneja a su antojo, aunque dependamos de él para el transporte, el comercio, la pesca, la supervivencia. Por eso, los antiguos lo consideraban el lugar de las grandes bestias marinas que representaban la maldad.
Aventuras y riesgos. Hacer caminos sobre el mar significa trazar sendas donde todo parece desvanecerse, arruinarse y destruirse. Por eso, la canción de Blázquez nos ayuda a entender el poema de Machado: cuando la vida solo permanece y transcurre, termina siendo estéril; perdurar no es existir, no es virtud ni dignidad, es pequeña humanidad, es enceguecerse.
Hacer caminos en el mar es lanzarse a la aventura, tomar riesgos y ser libres. Con todo, la libertad solo se alcanza cuando vivimos para los otros, para ser generosos y desarrollar nuestras capacidades por el bien de los demás. En el mar solo hay estelas, al decir de Machado, señales débiles que pasan. En el lenguaje del Concilio Vaticano II podríamos traducirlo como «signos de los tiempos», pero solo eso. Los signos no son la cosa en sí, sino expresión de los resultados de una historia pasada manifestada en el presente.
¿Qué hacer con los signos? Se leen, se interpretan y se actúa en respuesta. Un signo es solo una manifestación de la realidad, pero no vive únicamente de diagnósticos, tiene que ser intervenido para hacer caminos sobre el mar de la historia, sobre el mar de nuestros dolores y sobre la imprevisibilidad del libre albedrío humano. De allí, lo importante que resultan ser las opciones que escojamos como personas.
Serrat nos recuerda que un poeta cantó «caminante no hay camino, se hace camino al andar». El mensaje es fuerte y claro: hay que buscar sentido a la existencia, no dejar pasar la historia sin haber hecho algo, no vivir en la mera supervivencia, sino en el dinamismo de quien quiere reaccionar y ofrecer algo de sí.
Oportunidades. No hay ingenuidad en la canción de Serrat, porque el estribillo es muy elocuente «golpe a golpe, verso a verso». El golpe viene de lo experimentado, de la soledad que sentimos cuando la sociedad nos excluye, cuando los cercanos nos traicionan o cuando sentimos que la bondad no existe más. Cada golpe es oportunidad de encontrar un verso, una metáfora, una revolución semántica que nos impulse a ver que el mar puede ser transitado y, en la medida que avanzamos en él, hacemos camino.
¿Es esto lo que nos quisieron decir los evangelistas cuando nos narran que Jesús caminó sobre las aguas en medio de la tormenta? Mientras los discípulos morían de miedo, Jesús simplemente caminaba sobre las olas enfurecidas, como si fuera una simple vía para caminar.
Sigue cantando Serrat que el poeta murió lejos del hogar, que cuando se alejaba lo vieron llorar. No hay duda de que las rupturas son difíciles, que representan heridas profundas del corazón. Pero el poeta nunca deja de serlo: el que busca el sentido profundo de la existencia en la resistencia a no dejarse condicionar por lo que ha sido establecido y crea nuevos significados a todas las cosas hace del llanto un motivo para comunicar la vida y la esperanza.
El poeta es un peregrino, porque su función es siempre el encuentro fecundo que genera creatividad y estupor. No es coincidencia que los profetas de Israel comunicaran sus oráculos en forma poética. El poeta verdadero es un transgresor, alguien capaz de ir más allá de lo que se decide en el poder político, económico o religioso. El poeta busca a Dios con todas sus fuerzas, pero en las vicisitudes humanas, no en las ideologías.
Paul Ricoeur, en un hermoso libro que se llama La metáfora viva, pone en evidencia el carácter no solo subversivo de la metáfora (característica de la poética), sino también la capacidad que tiene de hacer avanzar el conocimiento. En la metáfora, lo que estaba separado por los sentidos del lenguaje y los conceptos se une para crear una nueva imagen del mundo. ¿No fue eso lo que hicieron Einstein, Schrödinger y Hawking para describir lo que pasa en este universo?
Acciones presentes. Si razonamos de esta forma, aparecen desafíos existenciales más profundos. Primero, tener en cuenta el pasado es necesario, pero sabemos que no podemos imitarlo. Tener en cuenta el futuro es esencial, pero tenemos que forjarlo con las únicas armas de las que disponemos: las acciones del presente. El problema estriba en cómo construimos nuestra mente para enfrentar estos retos.
Blázquez nos dice de nuevo que «durar y transcurrir no nos da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir a honrar la vida». La vida se honra cuando se busca sentido en ella, cuando somos capaces de abrir nuestro horizonte mental, a descubrir la belleza de la amistad y construir algo juntos. Honrar la vida es perder el tiempo para estar a la mesa con otros (como aparece Jesús tantas veces en los Evangelios), a ser capaces de alzar la voz para decir la verdad y de renunciar a nuestro interés egoísta para salvar al otro.
Las estelas en el mar no son otra cosa que nuestra propia humanidad, que es frágil como la espuma de las olas, pero dan belleza y armonía a ese gran caos. Son una invitación a aventurarnos a caminar sobre las olas, dejarnos seducir por lo mejor que hay dentro de nosotros, superar los miedos, porque cuando hay una tempestad se forman muchísimas más estelas en el mar. Es solo esa humanidad lo que nos permite ver con claridad el futuro y nuestra contribución para que se realice.
Se me objetará que pueden venir otras tempestades a golpear nuestra vida. Es cierto, salir de una tempestad no significa haberlas superado todas. «Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar», ¿qué es lo que queda? Lo que hemos hecho para otros, claro está, esto no es eterno, como nada en el mundo humano. Lo nuestro es pasar, del pasado que hemos vivido al futuro que tratamos de alcanzar, hasta la muerte que tenemos que atravesar. El sentido de todo ello es que, aceptando esta condición, no nos rindamos con tal de ser humanos auténticos y disfrutemos el construir un mundo mejor.
«Honrar la vida no es callar ni consentir tantas injusticias repetidas», nos decía Blázquez. Caminar sobre el mar es ser valeroso, crítico y, al mismo tiempo, amable. Como continúa la canción, «es erguirse vertical más allá del mar de las caídas». Porque en el fondo lo fundamental es «darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida».
En fin, caminar sobre el mar significa enfrentar la realidad, por brutal que sea, con los ojos abiertos para encontrar las estelas de bondad que se expresan con simplicidad en torno a nosotros. Honrar la vida implica vivirla intensamente, buscando la verdad y la libertad para construir un mundo nuevo. El caos de injusticia, que ciertamente es como un mar lleno de peligros, cuando nos atrevemos a confrontarlo con esperanza, pasión y generosidad, en él trazamos caminos de vida y descubrimos las estelas de otros seres humanos que nos invitan a continuar a seguir caminando para que otros encuentren senderos que los inspiren.
El autor es franciscano conventual.