Columnistas

Omisión diplomática

En la Administración Pública, los pecados de omisión son más frecuentes que los de acción

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En la Administración Pública, los pecados de omisión son más frecuentes que los de acción. Dejar de hacer es generalmente invisible. El sanitario detestable en una aula pública es parte ya del paisaje repulsivo de la escuela. Dejarlo tal cual es lo usual. Lo contrario, difícilmente esperable. Y así, capítulo tras capítulo de nuestro lento y persistente deterioro. Pero, en muchos casos, la omisión es parte de una renuncia ritual a la confrontación con el statu quo. Lo más fácil es no hacer olas. Ministros van, ministros vienen y mientras menos hagan, menos oposición y escándalo. Navegar con perfil bajo es una fortaleza perversa. Yo sé a lo que una se expone tratando de hacer lo correcto.








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