Olimpíadas

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Los Juegos Olímpicos me emocionan muchísimo. Como uñas durante muchas competencias, me meto en ellas como si fuera un atleta más. Cualquier final de pista y campo, los 400 metros planos, en particular, son un deleite; o el lanzamiento de jabalina, el martillo y el salto triple. La gimnasia, con sus rutinas “imposibles”, me parece una combinación deliciosa de belleza y riesgo; me acelero con el voleibol, los clavados y hasta con las carreras de remo. En fin, son una fiesta que me recuerda que límites que a veces creemos infranqueables pueden ser superados con disciplina y perseverancia; que se puede competir con empatía y respeto a los competidores.








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