El encierro vivido durante la pandemia y las modalidades mixtas que se quedaron como el teletrabajo masivo, la educación virtual, la telemedicina, entre otras que, aunque ya se venían dando en el pasado a menor escala, generaron una disrupción que aún estamos tratando de asimilar y entender.
La lista de cosas positivas y oportunidades de mejora, producto de este “cisne negro”, puede ser extensa. Pero solo quisiera referirme a dos de ellas: la educación virtual y el teletrabajo.
Un estudiante de universidad que tenía una clase a las 8 a. m., con un tiempo de traslado de una hora hasta el recinto universitario, debía levantarse a las 5:30 a. m. para tener tiempo de alistarse, desayunar y trasladarse a tomar su transporte.
Con la clase virtual sincrónica, ese mismo estudiante, hablo en general porque hay excepciones, ahora ya puede levantarse cerca de las 8 a. m., en algunos casos inicia su clase sin haber desayunado, sin haberse bañado, en pijama o incluso, recibe la clase desde la cama.
En el transcurso de la clase pueden suceder varias cosas. Se vuelve a quedar dormido, al mismo tiempo que la clase avanza está preparando su desayuno, se baña o sale a hacer algún mandado conectándose con el celular desde su auto, el autobús o el tren, etc. Esto sin mencionar muchos que ni siquiera se podían conectar de manera sincrónica por alguna deficiencia en el internet.
La situación descrita en este caso hipotético se puede llevar también a la escuela, al colegio e incluso al trabajo con implicaciones similares; y entre otras cosas pusieron a prueba los mecanismos de control y regulación de que disponemos.
La modalidad de la virtualidad también ha traído consigo para muchas personas la idea falsa de una “bilocación efectiva”; entonces se programan hasta tres actividades a la misma hora. En una se conecta con el teléfono y las otras dos, de manera simultánea, con la computadora porque quizá alguna sea en la plataforma Zoom y otra en Teams o Google Meet, por mencionar las más populares.
Las implicaciones
¿Qué implicaciones podría tener esto en el futuro inmediato, en el corto y en el largo plazo? La primera ya demostrada es que el ser humano, al no disponerse para hacer algo en específico como recibir una clase, realizar un trabajo, comer, entre otras; no recibe las señales adecuadas del cerebro que lo preparan para su reto o disfrute.
¿Qué señales le envía el cerebro a una persona que se encuentra en su cama en pijama o en una hamaca en sandalias?
En su obra “Pensar rápido, pensar despacio”, el autor y Premio Nobel de Economía, por su trabajo pionero en psicología sobre el modelo racional de la toma de decisiones, Daniel Kahneman, realiza todo un análisis de cómo el cerebro procesa las realidades y sus entornos y genera una respuesta de acuerdo con ello.
En la reflexión sobre cómo pensamos, este autor consigue revelar cuándo podemos confiar en nuestras intuiciones y cuándo no, y de qué modo podemos aprovechar los beneficios del pensamiento lento.
En el campo del proceso de enseñanza y aprendizaje, todos y todas los que hemos sido bendecidos con ejercer la más grande de las responsabilidades que es la de ser docente, hemos vivido en las clases virtuales las anécdotas del estudiante que no responde, del estudiante que una vez terminada la clase no se desconecta, del estudiante que se le va la luz, del estudiante que no prende la cámara, entre otras.
Preparación
La profesora de la Universidad de Harvard Tsedal Neeley considera que es necesario que, aunque sea de manera virtual nos preparemos y nos dispongamos para la actividad que vamos a realizar, de manera que no nos engañe el pensamiento rápido como dice Kahneman. Puede ser una clase o un trabajo, pero en ambos casos señala la profesora Neeley, “hay que ducharse”, nunca recibir las clases o realizar nuestro trabajo en pijamas y, además, hay que buscar un espacio en la casa o el lugar desde donde nos conectemos, para que sea apropiado. En otras palabras, hay que estimular el cerebro para lo que viene.
Entre otras recomendaciones, deben ponerse límites a las actividades, es decir, horarios, establecer rutinas como hacer las horas de alimentación, no permanecer mucho tiempo en la misma postura frente a la computadora, compartir un café virtual o un almuerzo con los compañeros y compañeras para evitar la sensación de aislamiento y, desde luego, no confundir estar en casa con espacio de descanso.
Una segunda implicación es la asociada con la concentración y la capacidad de realizar varias acciones a la vez. Para la antropóloga mexicana Karla Paniagua, directora de la Especialidad en Diseño del Mañana de la Universidad Centro, en México, no es cierto que el ser humano pueda realizar bien una serie de tareas al mismo tiempo; y esta es una de las razones por las cuales crecieron las enfermedades mentales durante la pandemia; porque se asumen más compromisos de los que la capacidad humana tolera.
La expresión no me alcanza el tiempo o el tiempo se me va muy rápido, tiene que ver justamente con la sensación de aceleración en la que vivimos. Pareciera que no todas las personas se han percatado que la medición del tiempo es la misma, lo que ha cambiado y se disparó con la pandemia y la transformación tecnológica es nuestro nivel de aceleración. Hoy en minutos hacemos las gestiones que otrora nos hubieran tomado horas.
El futuro nos trae un incremento de la virtualidad en muchas de las actividades, ahora debemos trabajar para desarrollar la resiliencia que se necesita para potenciar nuestro rendimiento y no caer más bien en crisis.
Se trata por ello de trabajar en la creación de nuevos hábitos y rutinas que nos permitan aprovechar las posibilidades que nos ofrece la “singularidad tecnológica” que nos trae la quinta Revolución Industrial y no sucumbir ante ella.
El autor es doctor en Gobierno y Políticas Públicas.