A primera vista, argüir que un sistema bancario sólido es concomitante con el desarrollo parece una verdad de Perogrullo. Los bancos se encargan de coordinar las valoraciones por la inmediatez y, en esa labor, coordinan la demanda por bienes de consumo y por factores productivos: encauzan el ahorro de quienes prefieren el consumo futuro hacia quienes se decantan por el presente o hacia quienes tienen planes de inversión, evitando para ambas partes los riesgos y costos de búsqueda.
A la vez, aseguran la oferta de ese crisol de mercancías: brindan flujos estables de crédito, que son indispensables para los negocios. Además, entre otras tareas, al resguardar los saldos a la vista de los individuos, agilizan sus transacciones de una forma tan continua que hasta los hace ignorar la comodidad que un sistema de pagos contemporáneo permite, a diferencia de uno basado totalmente en el efectivo o un sistema de trueque.
A pesar de que durante mucho tiempo la indecisión sobre el asunto imperó en las mentes de los grandes teóricos, la experiencia respalda la intuición de arriba y le otorga a los bancos un papel distintivo en el mundo de las finanzas: Ruiz y Rosales, en el 2014, identificaron a escala global que hay una asociación positiva entre el desarrollo financiero agregado y el crecimiento económico, pero también que “los bancos tienen efectos indirectos y diferenciados” sobre el segundo.
Estudios descriptivos, como el de Terceño y Guercio, llevado a cabo en el 2011, conducen a un corolario semejante para Latinoamérica en específico: “es el sector bancario el que presenta una mayor correlación con el crecimiento de la economía, independientemente de la estructura financiera de cada país”.
Margen de intermediación reducido
¿Cuál es la caracterización de Costa Rica en dicho ámbito? El Fondo Monetario Internacional, en el dato más reciente de su índice de desarrollo financiero con amplia base (IDF), sitúa al país en el puesto 114 de 186 en eficiencia de instituciones financieras, evidencia de que sigue siendo válido el juicio sobre que, desde 1997, el margen de intermediación se ha reducido acompañado de una convergencia entre el de la banca pública y el de la privada, pero continúa elevado. Sin embargo, en general, los problemas de la industria persisten y es alarmante que en todas las categorías del último reporte del IDF la posición de Costa Rica es casi idéntica a la de hace un quinquenio.
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Provistos de la información inicial sobre la díada banca-desarrollo económico y a la luz de que el sector bancario participa constantemente en más de un 60% del activo, pasivo y patrimonio totales del sistema financiero nacional, la pregunta es qué puede hacerse desde esta trinchera para mejorar esas cifras. Ha de recurrirse a una revisión de la literatura para que brinde sustento empírico a las recomendaciones que surjan de intentar responderla.
Tras años de déficit presupuestario, la discusión para solventar las inclemencias que se derivan de ello no ha eximido a los bancos, no solo porque un endeudamiento gubernamental excesivo eleva las tasas de interés y restringe los fondos prestables para las empresas, sino porque la venta de organismos estatales aparece continuamente como una opción tentadora.
Pero ¿ese ahorro fiscal se vería descompensado por una pérdida de eficiencia bancaria? Du y Sim, en el 2015, comprueban que la respuesta es “todo lo contrario”: estudian economías en desarrollo y hallan que los bancos adquiridos son los que incrementan su productividad tras las fusiones.
Restricción inconveniente a la banca
En otro apartado, es digno de mención el trabajo de Barth, Lin, Ma, Seade y Song en el 2013: profundizan en datos de 72 países para el lapso 1997-2007; encuentran que restringir las actividades sobre las cuales pueden desempeñarse los bancos aminora su eficiencia y que una supervisión más severa la incrementa solo si el ente encargado goza de independencia.
En ese sentido, no puede menos que apoyarse la idea de Norberto Zúñiga sobre dejar a las instituciones públicas mantener cuentas corrientes y depósitos en bancos privados y unificar superintendencias para una supervisión integral, menos redundante y más barata.
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Por último, más allá de lo elegantes que puedan parecer las reformas exclusivamente técnicas que se sugieran, la máxima que debe prevalecer por encima de todas es la de volver más humano el sector bancario, que su optimización, junto con el crecimiento económico que lleva aparejada, consigan un estado de vida preferible para todos.
Quienes malentienden esa conjunción de voluntades individuales a la que se dio como nombre “mercado”, juzgarán con celeridad que un objetivo como este es incompatible con las ganancias empresariales. ¡La realidad es muy distinta!
Incidencia en la mora
Yong y Soto encontraron en el 2013 que, para el primer decenio de la centuria en curso, en Costa Rica, “la variable macro que más influye en la mora del sistema financiero es el nivel de actividad económica” sin importar el horizonte temporal de la deuda y, asimismo, destacan repuntes de la morosidad bancaria nacional en períodos recesivos.
Quien presta dinero no tiene deseo mayor que el que su cliente sea capaz de pagarle sin necesidad de recurrir al colateral (un bien, por definición, menos líquido). Así, la propuesta de Shiller sobre especificar ajustes a las condiciones de pago de hipotecas en caso de contracción económica es un método más justo para el consumidor financiero que puede generar beneficios a toda la banca si se replica su principio a la gama entera de préstamos.
Hay que reconocer que el acceso a la información es un derecho fundamental: a la Estrategia nacional de educación financiera se han sumado loablemente bancos públicos y privados; y si bien tiene un valor incalculable el focalizar una campaña como esta en los colectivos de mayor endeudamiento, el esfuerzo debe extenderse para inculcar el manejo responsable de las finanzas desde una edad temprana.
Educación financiera y simplificación de trámites
Una alianza similar a la anterior, pero con el Ministerio de Educación, es capaz de lograr que niños y adolescentes tengan noción del significado de un presupuesto en equilibrio y ganen conocimiento de las herramientas que la banca les ofrece para tal meta, como evidencian Lusardi y Mitchell en un trabajo del 2014.
No únicamente los clientes se benefician de que los procesos sean entendibles; la complejidad contractual no es garante de mayores ventajas para el oferente en una cadena productiva de información asimétrica.
Se pierden oportunidades de enriquecimiento mutuo: Barrantes, Gutiérrez, Monge, Morera, Moya y Rojas, en su tesis del 2016, encuestaron a una muestra de mipymes que buscaron financiamiento en la banca nacional; “exceso de requisitos o requisitos poco claros” fue señalado por la mayoría como el principal impedimento a la solicitud del crédito o aval.
Simplificar trámites bancarios reactivaría la economía al eliminar el primer obstáculo para los emprendimientos que generalizan el bienestar y ensanchan la clase media.
En conclusión, a pesar de los avances, a la banca costarricense le queda un amplio trecho de mejora frente a sí. No obstante, es una ruta que indudablemente vale la pena recorrer porque los datos respaldan su carácter como habilitadora del desarrollo y porque es compatible con su distribución igualitaria, acompañada de la estabilidad que protege ante las vicisitudes especulativas que solo el engaño inflige en una economía saludable.
La eficacia y humanidad de semejante transformación depende de la inteligibilidad para quienes habrán de presenciarla, así como de la democratización y probidad de su disfrute.
Marco Vinicio Monge Mora es estudiante del último año de Economía en la Universidad de Costa Rica, su interés es la teoría monetaria y fue elegido en el 2021 por la Universidad Autónoma de México (UNAM) para publicar en la revista “Economía UNAM” su teorema sobre la utilidad marginal del dinero.