Cuanto más sepamos y cuanto más inventemos y construyamos, más nos acercaremos a muchas respuestas, pero también adquirirán renovado sentido preguntas ancestrales
Durante mucho tiempo, las grandes preguntas de la vida han migrado progresivamente de las especulaciones filosóficas o las certezas religiosas hacia el ámbito más sólido y tolerante, pero siempre preliminar e inacabado, del conocimiento científico. Pocas tan insondables como el origen del universo y, millones de años después, la humanidad. Darwin, desde sus observaciones e intuiciones del mundo natural tangible, dio una respuesta parcial con su teoría de la evolución, enorme y certero golpe a nuestro ego universal y a la noción de que hombres y mujeres habíamos sido “diseñados” y creados a imagen y semejanza de Dios, como Adán y Eva.
Hoy, muchas de las interrogantes primarias se formulan y responden desde un ámbito más alejado de lo sensorial, pero más cercano a lo esencial: la astronomía. Mañana, si no ocurre un nuevo retraso, daremos otro gran paso en ese sentido con el lanzamiento del más potente, complejo, retrasado y costoso instrumento de observación jamás creado: el telescopio espacial James Webb.
Hasta ahora, el gran relato que los astrónomos han tratado de reconstruir y contar, siempre sujeto a la incertidumbre de la humildad científica, nos remite 13.800 millones de años atrás, al big bang que desató la evolución cósmica y originó desde las galaxias hasta los microbios y, más adelante, a nosotros. El James Webb ofrecerá nuevos y potentes recursos para interrogarnos sobre la certeza de esa historia y tratar de acercarnos a la respuesta de otra gran incógnita: ¿Cómo llegamos aquí a partir de la “gran explosión”? De ella se derivan muchas otras que han angustiado tantas mentes y prendido tantas hogueras a lo largo de nuestra evolución, por ejemplo: ¿De dónde venimos? ¿Es el universo solo nuestro o debemos compartirlo con otros seres?
Que gracias a la ciencia podamos acercarnos a despejar dudas tan profundas no debe llevarnos a desdeñar una paradoja: mientras más sepamos, mientras más inventemos y construyamos, más nos acercaremos a muchas respuestas, pero también adquirirán renovado sentido ancestrales preguntas. Y quizá la más trascendental no sea la que aclarará nuestro origen biológico, sino la que remite, sin cesar, a la esencia de nuestra condición humana y las responsabilidades que implica. Es un buen tema para reflexionar en esta Navidad.
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