Una discusión académica recurrente en EE. UU. es el impasse entre la política monetaria y la política fiscal. La Fed reclama que le cargaron todo el peso de la reactivación, sin el correspondiente apoyo fiscal para estimular la producción; también, que al desplo-marse la inflación y las tasas de interés se quedó sin dientes para hacer política monetaria contracíclica. ¿Cambiará el balance con un nuevo ocupante de la Casa Blanca? Probablemente sí, y para bien.
Los demócratas siempre se opusieron a reducir impuestos permanentes para alimentar el consumo e inversión, mientras los republicanos adversaban estimular la demanda agregada con más gasto fiscal; aquellos favorecían políticas monetarias acomodaticias (emisión, bajos intereses), pero estos temían que mucha liquidez alimentara nuevas burbujas especulativas sin expandir realmente el PIB. Un verdadero impasse.
En esa visión tan contrapuesta nosotros quedamos entre dos fuegos (como cucaracha en bisagra). No nos conviene una subida abrupta en las tasas de interés por su efecto de los flujos de capital y mercado cambiario, pero sí nos ayudaría aumentar el crecimiento en Estados Unidos, pues atraería mayores exportaciones. Y aquí es donde ciertas políticas económicas de Trump cobran relevancia: reducir impuestos y aumentar la inversión en infraestructura. Se complementan con el deseo de la Fed de elevar tasas de interés.
Reducir los impuestos corporativos de 35% al 15%, como propone, aumentaría los recursos del sector productivo para invertir, producir y relevar de esa responsabilidad a la Fed. Las bolsas y el dólar ya lo descontaron y reaccionaron al alza tras la elección. Por otro lado, la conjunción de menores impuestos y estímulo fiscal aumentará el déficit y generará un poco más de inflación y alzas en las tasas de interés. Los mayores rendimientos de la deuda soberana a 10 y 30 años plazo señalan que el mensaje fue leído y asimilado.
Eso allana el camino a la Fed para subir tasas sin temor a equivocarse. ¿Cómo quedamos nosotros? Tal vez nos podamos escapar de la bisagra. Stanley Ficher, vicepresidente de la Fed, señaló el camino al disertar en el Economic Club de Nueva York, después de la elección. Consultado si menos impuestos y más inversión aumentaría la producción, dijo que sí. Y agregó que la Fed ajustaría sus tasas muy gradualmente para no afectar a otros países. Yo agregaría que mantener una inflación mayor a cero, pero no superior a la meta del 2%, le permite recuperar los instrumentos convencionales de la política monetaria, diluidos en la era de muy baja inflación. Y, como él, creo que esa parte de la nueva política económica beneficiaría al resto del mundo.