Se me cayó Carolina Hidalgo. Venía de muy alto, pero se me cayó. Siendo del PAC, como presidenta legislativa, había sido una sorpresa gratificante. Brilló por su talento, buen tino y compromiso con el saneamiento ineludible de las finanzas públicas. Si la comparamos con la estulticia suprema de Luis Guillermo Solís, Carolina no parecía del PAC. Solís aumentó de golpe el déficit y, sin otra racionalidad que su propio capricho, prometió no hacer nada por resolverlo, al menos por dos años. ¡Cómo olvidar que así inauguró su mandato el partido del cambio, de la mano de un diletante superficial y de un desubicado obispo luterano!
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Carolina no parecía de esa cepa. Era diferente, enérgica y, a la vez, conciliadora, con la mirada en el objetivo, sin desviarse por migajas, ni desgastarse en minucias ideológicas. En eso, al menos, era fiel discípula de Ottón Solís, inclaudicable defensor de la salud de las arcas públicas, que pagó con ostracismo incluso de su misma camada. Esa Carolina Hidalgo representaba lo mejor de esa corriente tan contradictoria y variopinta. Para ser del PAC, he de confesar que me gustaba.
¿Cómo conciliar esa imagen con la ahora precandidata desenfocada de lo esencial? ¿Cómo armonizar la diputada que votó por la ley de empleo público y la que ahora le condiciona el voto? Se metió en una camisa de once varas, en la que solo puede perder. Si cede y apoya el proyecto sin eliminar aspectos menores, como la objeción de conciencia, parecerá incoherente. Si, en cambio, mantiene su amenaza extorsiva, resultará también incoherente con su propio voto original. No sé lo que hará, ni lo que decida me mantiene despierta. Es irrelevante.
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Carolina ya mostró el material confuso que sustenta el andamiaje de su balance político. Lo esencial ya no prima sobre lo secundario. La prudencia cede a la precipitación. El horizonte holístico se rinde ante la miopía puntual. Ya no supo ceder a sus propias resistencias. Dejó de ser flexible para doblarse sin quebrarse. En fin, la Carolina presidenta legislativa capituló frente a la precandidata.
¡Duele! A una mujer le cuesta mucho llegar. Son espacios preciados que debemos defender con sororidad. Pero por ser mujer no debemos ser menos exigentes, aunque lo único que demuestra su desliz es que Carolina es humana, demasiado humana.
La autora es catedrática de la UNED.