La travesía de Centroamérica hasta la frontera de México con Estados Unidos es una odisea plagada de peligros, desde serpientes hasta coyotes inclementes que se ufanan de extraer hasta la última gota de sangre de los humildes campesinos que intentan alcanzar el sueño americano, la tierra del renacer económico y de una mejor vida, sobre todo para los menorcitos que viajan asidos de las faldas de las madres.
Hasta no hace mucho, cuando los parientes mayores de los menores eran procesados en la frontera, los niños seguían su mismo destino. No obstante, el candidato Trump, allá en el calor de la campaña presidencial, prometió mayor rigor con toda esa “infestación”. Desde luego, no sería para entregarlos a oficiales mexicanos, sino para lanzarlos al inmenso vacío por donde llegaron.
De acuerdo con los altibajos de su popularidad como presidente, el mandatario ha venido adoptando decisiones llamadas a generar simpatías en su base de votantes. Así, con el secretario de Justicia, Jeff Sessions, armaron una doctrina de “tolerancia cero”, que condujo a reducir el ingreso de migrantes separando a los menores de sus padres o parientes con quienes arribaran.
Fue así como dos mil niños acabaron en tiendas, jaulas y hasta en el piso de un edificio condenado a la demolición. Trump había concluido que máxima agresión, crueldad y hostilidad racial era la clave para ganar las elecciones de noviembre entrante. Texas, sin embargo, no es el Tercer Reich.
La tormenta nacional desatada contra Trump a raíz del maltrato a los menores augura un naufragio electoral. No sería para menos. Cuando uno intenta descifrar esta horrífica decisión, de inmediato vienen a la mente la suerte de millones de niños asesinados por el nazismo y criminales como Pol Pot o Idi Amín. Pero fueron las lágrimas de niños atrapados en jaulas en Texas lo que obligó a Trump a retroceder.
Pero lo hecho no se borrará fácilmente y el castigo trasciende las urnas, sobre todo, en las inmensidades cívicas de Estados Unidos. ¿Con qué cara llegará Trump a las próximas cumbres mundiales? Claro, Putin no tendrá reparos en arrimarse ni tampoco China ni otros despotismos asiáticos y africanos. Dime con quien andas…
Trump rehusó escuchar los sollozos de niños que sí han sido escuchados por millones de norteamericanos y ciudadanos de todo el mundo. Las lágrimas de esos niños han agrietado la presidencia de Trump.
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