Al igual que en diferentes fechas aún en discusión, este año se conmemora el 250. ° aniversario del nacimiento del compositor germano de todos los tiempos, Ludwig van Beethoven. El epicentro del festejo estará en Bonn, su ciudad natal.
Beethoven es considerado maestro mundial de la música no solo por su técnica genérica, sino también por la universalidad de su mensaje. No es únicamente el tema inherente de sus composiciones.
Se trata, además, de lo que cada una de ellas susurra a nuestra conciencia y a la de la pluralidad de los públicos. ¿Podría imaginarse alguien el anatema para Hitler y sus falsarios musicólogos, e igualmente para Walter Ulbricht y sus aduladores en la Alemania Oriental, lo que constituyen las ofrendas reiteradas a la libertad de los prisioneros políticos en Fidelio?
En 1792 se trasladó a Viena, donde produjo la mayoría de sus obras, y ahí falleció en 1827. La era del clasicismo vienés —Bach, Handel, Haydn— llegó a su final con Beethoven, un revolucionario del Romanticismo. En su Novena sinfonía, en la que incluyó un coro, estableció una modalidad sin precedentes.
Beethoven compuso 240 obras, incluidas sus 9 sinfonías, 5 conciertos para piano y 1 para violín, cuartetos de cuerdas, una ópera y su Missa solemnis. Y todos recordamos su célebre composición para piano Für Elise, dedicada a la cantante alemana de ópera Elisabeth Röckel a la que pretendió para matrimonio.
Dos ejemplos más claros de ese poderoso mensaje sobre la libertad, en mi concepto, son los solistas y coros en la Novena sinfonía, así como en su ópera (una de mis predilectas) Fidelio. El himno a la libertad entonado por Florestan (Fidelio), quien permanece encadenado en su mortuoria celda subterránea, conforme entona en un in crescendo su desesperado credo, “Freiheit, Freiheit”, sin saber que su liberación es inminente y llegará a él en manos de su esposa Leonora, empuñando cincel y martillo.
Freiheit es también un enunciado central de los solistas y coros en la Novena sinfonía, cuyo cuarto movimiento está basado en el poema, de Frederick Schiller, el “Canto a la alegría”. Cabe señalar que Beethoven ya estaba sordo cuando compuso la obra y no pudo escuchar tampoco el estruendoso aplauso del público. El gran genio musical falleció en tristes circunstancias, solo y sordo.