“El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Conocida como dictum de Acton, del historiador John Acton, sigue tan vigente hoy como en 1887. Gracias a filósofos como Montesquieu, heredamos principios fundamentales que rigen en las democracias liberales modernas, como el principio de frenos y contrapesos entre los poderes del Estado, hoy lamentablemente ausente en nuestro vecino del norte.
Los frenos y contrapesos son necesarios para protegerse contra los abusos del soberano, que nadie esté exento del cumplimiento de la ley y garantizar a los ciudadanos el ejercicio y disfrute pleno de sus derechos y libertades ( El espíritu de las leyes ).
Nicaragua es hoy un espejismo democrático. Aquel ideal por el que miles dieron su vida en la revolución sandinista ha quedado traicionado ante las maniobras de un gobernante y su pequeño séquito, que no ha dudado en debilitar a la oposición y a las instituciones llamadas a contener su poder. Lobo con piel de oveja, se presenta con vestiduras democráticas para montar sainetes electorales, haciéndoles parecer libres, transparentes y respetuosos de la voluntad popular.
El Consejo Supremo Electoral, en deuda en los últimos procesos electorales sobre los cuales hay más dudas que respuestas, no está a la altura para acometer la misión a él encomendada, de cara a los comicios presidenciales de noviembre.
Queda también debiendo la Corte Suprema, incapaz de detener la reelección de Ortega en contravención de la Constitución y a normas convencionales supranacionales suscritas por ese país. La debilidad institucional quedó en evidencia con el más reciente zarpazo al débil brazo parlamentario de la oposición, al obligar la salida de los 25 legisladores contrarios a su gobierno.
Las intenciones del general son cada vez más claras, con la entronización de su esposa, Rosario Murillo, a la vicepresidencia, sus hijos en puestos claves en el sector empresarial y medios de comunicación, Nicaragua dice adiós a la democracia y oficializa la dinastía Ortega-Murillo.
Con este clarín que resuena también en países como Venezuela, frente a eso dichosamente hay un nuevo y más plantado secretario general en la OEA, de ahí que las democracias latinoamericanas deben despertar y reformular la Carta Democrática Latinoamericana, pues firme y decididamente debemos darles freno a las dictaduras con ropajes de democracia.