No sé si a ustedes también les ha pasado, pero en ocasiones hay eventos que uno ha vivido o visto que, un buen día, parecen como si hubiesen sido puros sueños e imaginaciones. Es una sensación extraña e incómoda, pues surgen dudas sobre si eso que uno cree haber experimentado es real y cierto, o si la memoria, capaz de mezclar todo y engañarnos sutilmente, nos está jugando una mala pasada. Lo vivido, ¿es real o una evocación?
Hago esta reflexión no porque vaya a recetarles una disquisición sobre la ontología del ser y el mundo, cosa que sería meterme en camisa de once varas, además de que, estoy seguro, resultaría aburridísimo para los lectores.
Por cierto, aclaro que lo de la camisa en cuestión es un dicho antiquísimo, casi extinto, que, para quienes no lo saben, alude a complicarse innecesariamente la existencia con cosas fuera del alcance de las capacidades propias. Así que nix por ahí.
Hago esta meditación pensando en que, con las tecnologías actuales, ni las fotografías ni los videos son prueba irrefutable de que algo realmente sucedió. Alguien puede, por ejemplo, construir un álbum de recuerdos con fotos y videos absolutamente falsos, pero que, para todos los efectos, parecen verdaderos.
Tal cosa puede lograrse mediante los llamados deep fakes (falsificaciones profundas o ultrafalsos), que utilizan la inteligencia artificial para alterar digitalmente una imagen, sin que casi nadie se dé cuenta.
Para decirlo en corto, en cualquier momento puede aparecer un video de una persona diciendo cosas inconvenientes, incluso barbaridades, cosa que en otros tiempos sería una prueba real e irrefutable que podría incriminarla en hechos complicados. Sin embargo, ese video podría ser una fabricación sofisticada que reconstruye la imagen, los gestos, la voz y el entorno de una manera minuciosa y “real”.
Entonces, hoy por hoy, ¿cuál es la prueba de realidad? Requeriríamos un cuidadoso análisis forense de cada pieza digital para saber si estamos frente a un registro verdadero de un acontecimiento o un engaño malicioso.
Por ello, dudo que el país haya aceptado votar por el candidato propuesto por el dictador Ortega para la Secretaría General del SICA.
Quizá sea un deep fake que alguien hizo circular solo para crear problemas. Si fuera cierto, sería un bandazo de nuestra política exterior, pero tal vez no sea cierto. Quizá.
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