La renuncia de la diputada Ivonne Acuña al partido Nueva República, fundado por Fabricio Alvarado cuando abandonó Restauración Nacional, explicita el giro populista del excandidato presidencial. Las diferencias ideológicas, dice la legisladora, son insalvables y, para demostrarlo, las describe con precisión.
El recuento se lee como la oferta electoral de Fabricio Alvarado para ganar apoyo de grupos empresariales y sectores afines durante la segunda ronda de votaciones. Se lee, también, como un programa diametralmente opuesto a la práctica de Nueva República en el Congreso.
La única diputada del bloque fabricista que respaldó las limitaciones al abuso de las huelgas volvió a votar en soledad el lunes, cuando se opuso a dispensar de trámites el proyecto para fijar topes a las tasas de interés. En respuesta a una consulta planteada por ella misma, la Superintendencia General de Entidades Financieras dijo temer probables repercusiones negativas, como la exclusión de miles de personas del mercado financiero formal y el crecimiento de alternativas no reguladas.
Acuña tampoco se siente acompañada en su preocupación por la reactivación de la economía, el impulso al turismo, la reforma del Estado y el ajuste del empleo público. Si ese ideario no tiene cabida en Nueva República, el partido y su líder son muy distintos de la imagen presentada al país a lo largo del proceso electoral, especialmente cuando el candidato pasó a la segunda ronda.
Las actuaciones del fabricismo en los dos años transcurridos desde las elecciones son diametralmente opuestas al mensaje de campaña, de eso no hay duda, pero la dramática ruptura de la diputada Acuña proporciona la mejor estimación de la profundidad del abismo entre retórica y práctica.
El mensaje de Alvarado siempre fue equívoco en los detalles, pero nunca en la dirección. Prometía cumplir las aspiraciones ahora expresadas por Acuña. Por eso ganó importantes aliados. El cambio, después de la contienda electoral, no es producto de la derrota. Si la agenda valía para gobernar, debería valer para orientar la gestión legislativa. Bien dijo la diputada Acuña: “Mis valores y convicciones permanecen inamovibles y, como diputada independiente, seguiré trabajando por el bienestar de Costa Rica".
Los consejeros y aliados de febrero del 2018 deberían poder decir lo mismo sobre los valores y convicciones de Nueva República, pero hace tiempo se dieron cuenta de que nadie en el fabricismo les devuelve las llamadas.
agonzález@nacion.com
Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.